El mundo del heavy metal recibió una noticia que resonó como un riff desgarrador: Richie Faulkner, guitarrista de la legendaria banda británica Judas Priest, enfrenta las secuelas de un derrame cerebral que le dejó daño cerebral permanente. Este músico, conocido por su destreza en las seis cuerdas y su contribución al resurgimiento de la banda en la última década, ha compartido detalles de su lucha tras un incidente médico que casi le cuesta la vida en 2021. A sus 45 años, Faulkner no solo ha sobrevivido a un aneurisma aórtico y múltiples cirugías a corazón abierto, sino que ahora lidia con las consecuencias neurológicas que afectan su vida y su carrera. Este artículo explora su historia, los desafíos que enfrenta y el impacto que esto podría tener en el futuro de una de las agrupaciones más icónicas del género.
Un susto en el escenario que marcó un antes y un después
Corría septiembre de 2021 cuando Judas Priest se presentaba en el festival Louder Than Life en Louisville, Kentucky. En medio de la actuación, Faulkner sufrió un aneurisma aórtico y una disección que lo obligaron a abandonar el escenario de emergencia. El episodio, que pudo haber sido fatal, llevó al guitarrista a una cirugía de 10 horas en el Centro de Corazón y Pulmón Rudd del UofL Health – Jewish Hospital. Allí, un equipo de especialistas realizó un reemplazo de válvula aórtica y aorta ascendente con hemiarca, un procedimiento complejo que le permitió volver a la vida y, eventualmente, a los escenarios. La banda y sus seguidores celebraron su regreso en 2022, cuando Judas Priest retomó su gira mundial, demostrando que el espíritu del metal seguía intacto.
Sin embargo, lo que parecía una recuperación milagrosa escondía una realidad más complicada. En una entrevista reciente con PremierGuitar, Faulkner reveló que los problemas de salud no terminaron con esa primera operación. “Volvimos a la carretera en 2022 y, en cierto modo, hemos estado de gira desde entonces. Pero hay algunos daños colaterales”, confesó el guitarrista, abriendo la puerta a una historia que pocos conocían fuera de su círculo cercano.
Derrames cerebrales: la secuela silenciosa
Apenas un mes después de su cirugía inicial, mientras paseaba a su perro en un suburbio de Nashville, Tennessee, junto a su pareja Mariah y su hija Daisy, Faulkner experimentó un episodio alarmante. “Lo sentí venir, lo sentí, y me invadió y supe que venía y me invadió y se me puso la cara. No podía hablar”, relató. Mariah, quien lo sostuvo para evitar que cayera, fue testigo de cómo su rostro se transformaba y su capacidad de comunicarse se desvanecía. Los vecinos acudieron en su ayuda, y pronto el guitarrista estaba de nuevo en un hospital, un lugar que había jurado evitar tras su operación previa.
Los médicos diagnosticaron inicialmente un accidente isquémico transitorio (AIT), conocido como un “mini derrame cerebral”, y le recetaron medicación. Sin embargo, con el tiempo quedó claro que el incidente fue más grave. “Más tarde resultó que fue un derrame cerebral real”, explicó Faulkner. Mariah sospecha que otro ocurrió en la ambulancia rumbo al hospital, aunque él no lo recuerda. “Recuerdo pequeños derrames cerebrales después del evento. Estaba en el baño, se volvió como borroso y casi me caí”, añadió, describiendo los episodios que lo alertaron de que algo no estaba bien.
Un año después, tras una segunda cirugía a corazón abierto para reparar una fuga, los problemas persistieron. Faulkner notó cambios en su mano derecha, un detalle crítico para un guitarrista cuya precisión define su arte. “Pensé que eran mis anillos; usaba estos anillos ridículos por alguna razón. Y pensé que era eso. Así que me los quité”, dijo. Pero las dificultades no desaparecieron. Cambió de púas, ajustó su técnica, y aun así sentía que algo estaba fuera de lugar. “Una mañana me estaba cepillando los dientes y pensé: ‘Algo anda mal con la mano derecha. Algo es diferente’. Y el pie derecho, la pierna derecha”, relató.
El diagnóstico que cambió todo
Las sospechas llevaron a nuevas pruebas médicas. Los resultados fueron contundentes: daño en el lado izquierdo del cerebro, que afecta el lado derecho de su cuerpo. “Encontraron daño en el lado izquierdo del cerebro, que afecta al lado derecho”, confirmó Faulkner. Los especialistas explicaron que, a diferencia de un AIT, cuyos efectos pueden ser temporales, un derrame cerebral deja marcas permanentes. “Dijeron que el hecho de que no haya desaparecido significa que no es un AIT; es un derrame cerebral. El daño de un AIT puede desaparecer. Derrame cerebral, eso es todo. Está dañado. Tienes daño en el cerebro”, afirmó el músico.
Para un guitarrista de heavy metal, donde la mano derecha es esencial para los riffs veloces y los solos intrincados, este diagnóstico representa un desafío monumental. “Mi mano, obviamente, es nuestra sala de máquinas”, señaló Faulkner, reconociendo cómo el daño cerebral ha alterado su relación con el instrumento. A pesar de ello, su tono refleja una mezcla de resignación y determinación: “Afortunadamente, no toco la guitarra con el pie, así que está bien. Puedo salirme con la mía”.
El impacto en Judas Priest y el heavy metal
Judas Priest, formada en 1969 en Birmingham, Inglaterra, es un pilar del heavy metal. Con discos como British Steel (1980) y Painkiller (1990), la banda definió el sonido del género y mantuvo su relevancia a lo largo de décadas. La llegada de Faulkner en 2011, tras la salida de K.K. Downing, marcó una nueva era para el grupo. Su estilo, que combina la agresividad clásica de Priest con un toque moderno, revitalizó álbumes como Redeemer of Souls (2014) y Firepower (2018), este último considerado uno de los trabajos más sólidos de la banda en años recientes.
La salud de Faulkner, sin embargo, plantea interrogantes sobre el futuro de Judas Priest. Aunque ha logrado adaptarse y continuar tocando, el daño cerebral permanente podría limitar su capacidad para mantener el ritmo agotador de las giras o grabaciones extensas. La banda, que ya ha enfrentado retos como el diagnóstico de Parkinson de Glenn Tipton en 2018, demuestra una resiliencia que pocos actos pueden igualar. Pero el caso de Faulkner añade una capa de incertidumbre a su legado.