Cuando el rugido de los amplificadores se apaga y las máscaras descansan en el silencio, Slipknot revela una faceta que pocos esperarían de una banda nacida en el caos de Des Moines, Iowa. En medio de su tormenta de percusiones atronadoras y gritos que desgarran el aire, existen canciones que respiran en calma, como grietas de luz atravesando un muro de concreto. No son la norma, pero sí un recordatorio de que incluso en el núcleo del metal más visceral hay espacio para la pausa y la reflexión. Este listado no busca exaltar lo evidente, sino explorar esos rincones donde la banda se desprende —aunque sea por momentos— de su armadura sónica.
Hablar de tranquilidad en Slipknot podría sonar como un oxímoron para quienes los conocen solo por himnos como “Wait and Bleed” o “Duality”. Sin embargo, desde sus primeras incursiones en melodías menos abrasivas hasta sus experimentos más recientes, la banda ha tejido una red de canciones que desafían su propia identidad. Estas piezas no solo contrastan con su catálogo habitual, sino que ofrecen un puente hacia oyentes que quizás no se atreverían a cruzar el umbral de su intensidad. A continuación, desglosamos cinco temas que justifican su lugar en esta selección por su enfoque melódico, su peso emocional y su capacidad de bajar las revoluciones sin perder la esencia de Slipknot.
1. “Snuff” (All Hope Is Gone, 2008)
Si hay un tema que encapsula el lado más reposado de Slipknot, es este. “Snuff” llegó como un susurro en un álbum que aún cargaba el peso de la furia. Con Corey Taylor dejando de lado los alaridos para entonar una línea vocal que fluye sobre acordes lentos, la canción se sostiene en una estructura que prioriza el vacío sobre la saturación. La decisión de mantenerla desnuda, sin adornos innecesarios, refleja una banda dispuesta a mirar hacia adentro. Es una carta abierta al desamor y la pérdida, y su simplicidad la hace resonar más allá del metal.
2. “Vermilion Pt. 2” (Vol. 3: The Subliminal Verses, 2004)
Tomando el esqueleto de su contraparte más pesada, “Vermilion Pt. 2” rehúsa la tentación de explotar en caos. Aquí, las guitarras acústicas trazan un camino que serpentea entre la tensión y la liberación, mientras Taylor explora un registro vocal que susurra en lugar de rugir. La elección de transformar una narrativa oscura en algo más contemplativo demuestra cómo Slipknot puede diseccionar una idea y presentarla desde otro ángulo. Es un complemento que no compite, sino que expande.
3. “Circle” (Vol. 3: The Subliminal Verses, 2004)
En un disco donde la experimentación marcó un giro para la banda, “Circle” emerge como un respiro inesperado. Las cuerdas acústicas y el tono folk que recorre sus versos evocan una sensación de aislamiento, casi como si Slipknot se hubiera detenido a contemplar el paisaje tras una batalla. No hay urgencia aquí, solo un latido constante que sostiene la voz de Taylor mientras narra una historia de introspección. Su inclusión en el álbum prueba que el grupo sabía cuándo soltar el acelerador.
4. “Dead Memories” (All Hope Is Gone, 2008)
Aunque no renuncia por completo a los riffs que definen a Slipknot, “Dead Memories” encuentra su fuerza en un estribillo que prefiere la melodía a la abrasión. La canción camina una línea fina: tiene energía, pero no desborda; tiene peso, pero no aplasta. La decisión de equilibrar pasajes más suaves con estallidos controlados la convierte en un puente entre dos mundos. Es una muestra de cómo la banda puede bajar el volumen sin sacrificar su identidad.
5. “Til We Die” (All Hope Is Gone, 2008)
Cerrando el álbum como un epílogo, “Til We Die” lleva consigo un aire de despedida. Las capas de guitarra y la voz de Taylor construyen una atmósfera que no busca confrontar, sino envolver. Su ritmo pausado y su tono sombrío reflejan una banda que, tras descargar su furia, opta por un adiós contenido. No es un tema que grite por atención, pero su lugar en esta lista se justifica por cómo captura un momento de calma tras la tormenta.
Estas cinco canciones no son un desvío de lo que Slipknot representa, sino una extensión lógica de su capacidad para navegar entre extremos. Cada una aporta algo distinto: un lamento, una pausa, un eco. En un género donde el volumen suele ser rey, Slipknot demuestra que también sabe hablar en voz baja. Y eso, en su rareza, las hace imprescindibles.