En un garaje mugriento de Birmingham, Inglaterra, a finales de los 60, cuatro tipos con guitarras desajustadas y un apetito por lo tenebroso empezaron a aporrear acordes que no cuadraban con el rock dulzón de la época. Black Sabbath no solo dio vida al heavy metal; también, sin proponérselo, disparó la primera chispa visual del género. Mientras el mundo aún bailaba entre resacas psicodélicas y baladas empalagosas, ellos grabaron “Black Sabbath” en 1970, un corto que hoy podemos señalar como el punto de partida de los videoclips en el metal. No fue una captura en vivo ni un experimento de paso; fue una pieza con peso propio, una ventana a lo que el género llegaría a representar.
Piensa en 1970: el videoclip como formato era un recién nacido tambaleante. Las bandas solían subirse a un escenario frente a cámaras de programas como Beat-Club o Top of the Pops para que las vieran, pero eso era solo tocar en directo bajo un foco. Lo que Black Sabbath armó con “Black Sabbath” rompe ese esquema. No se limitaron a pararse y sonar; montaron una secuencia que arranca con lluvia azotando una casa bañada en efectos negativos, mientras ellos tocan en primer plano, envueltos en una vibra que respira la misma tensión que la canción. Esto no era un apaño promocional; era un golpe visual, un primer ladrillo en la pared que el metal construiría con los años.
Por qué “Black Sabbath” se queda con el trono
Para entender por qué este tema se lleva el galardón, hay que meterse en los detalles. Primero, el momento histórico. En 1970, el heavy metal no tenía nombre fijo, pero el álbum debut de Black Sabbath, lanzado en febrero de ese año, ya había clavado las estacas con su sonido espeso y letras que parecían salidas de un sótano húmedo. El videoclip, producido ese mismo año, no solo seguía a la canción titular; la empujaba más allá con imágenes que atrapaban su espíritu. Fuentes oficiales lo catalogan como un video promocional con una narrativa clara: lluvia, una casa oscura, efectos que juegan con la luz. No es una grabación en vivo; es una pieza con dirección y propósito.
Luego está el asunto del género. Bandas como Deep Purple o Led Zeppelin, que rondaban la misma época, jugaban en el terreno del hard rock, pero no terminaban de cruzar al metal. Deep Purple tiene una actuación de “Help” en 1968 para televisión, pero su sonido entonces era más bien un viaje psicodélico, y no hay rastro de un videoclip propiamente dicho. Led Zeppelin, con su primer disco en 1969, traía riffs con músculo, pero sus esfuerzos visuales se quedaban en presentaciones en vivo, no en producciones separadas. Blue Cheer, a veces mencionada por “Summertime Blues” de 1968, no dejó registro de videos en esa etapa. Black Sabbath no solo sonaba a metal; lo encarnaba, y este corto lo demuestra.
Los rivales no dan la talla
Si miramos más allá, otros nombres surgen, pero no llegan a la meta. Judas Priest, que ya afilaba su acero en los 70, sacó “Breaking the Law” en 1980, una década tarde, cuando el metal ya tenía un camino trazado. Iron Maiden, otro titán, llegó después, con “Iron Maiden” apareciendo en MTV en 1981. Son momentos clave, pero aterrizan cuando el formato ya estaba en marcha. El video de “Black Sabbath” en 1970 no tenía un mapa que seguir; lo dibujó desde cero.
Alguien podría decir que las sesiones en Beat-Club, como la de “Paranoid” ese mismo año, podrían reclamar el puesto. Pero esas eran tomas en vivo, capturadas para televisión, no piezas cortadas y cosidas con una idea detrás. El video de “Black Sabbath” no se apoya en un escenario en tiempo real; usa efectos y edición para abrir un espacio propio. Es un cambio de juego, un eslabón entre las restricciones de la tele y lo que los videoclips acabarían siendo.
Qué lo hace especial
El verdadero gancho está en cómo este video abraza lo que el metal sería. La canción, con su riff lento y su aire de fatalidad, no necesitaba adornos, pero el equipo detrás –probablemente la banda y algún técnico con visión– decidió ir más allá. Esa lluvia inicial, el efecto negativo que envuelve la casa, la manera en que la cámara enmarca a Ozzy y compañía: todo eso grita una intención que va más allá de mostrar a cuatro tipos tocando. Es un primer intento de darle al metal una cara visual, algo que bandas como Metallica o Slayer perfeccionarían años después con presupuestos más grandes y canales como MTV.
No hay datos exactos sobre quién lo dirigió o cuánto costó –los archivos de 1970 no son precisamente un libro abierto–, pero su existencia está documentada en registros oficiales de la banda y plataformas que rastrean su historia. Lo que importa es que no fue un accidente: fue una apuesta consciente por llevar el metal a un terreno nuevo, y lo logró con una crudeza que aún se siente fresca más de cinco décadas después.
El eco que dejó
Este videoclip no inventó el formato, pero sí le dio al heavy metal un punto de partida visual. Cuando MTV llegó en 1981 y bandas como Iron Maiden o Def Leppard empezaron a llenar pantallas, ya había un precedente: un corto de 1970 que mostró que el metal no solo se escucha, también se ve. Black Sabbath no sabía que estaba marcando un inicio –probablemente solo querían que la gente comprara el disco–, pero lo que dejaron fue una pieza que sigue siendo el primer ladrillo de una tradición que hoy es tan vital como los riffs mismos.
Así que ahí lo tienes: “Black Sabbath”, 1970. No es solo el primer videoclip de heavy metal por ser el más viejo; lo es porque entendió, antes que nadie, que este género podía ser más que sonido. Era imagen, atmósfera, un puñetazo que no solo se oye, sino que se siente en los ojos.