Este es el disco más salvaje de Metallica › Heavy Mextal
mié. Abr 30th, 2025

Cuando Metallica irrumpió en 1983 con Kill ‘Em All, no había manual para lo que estaban haciendo. El thrash metal apenas gateaba, y este disco llegó como un puñetazo en la cara a un mundo que aún no sabía cómo reaccionar. No es solo el debut de la banda; es un artefacto crudo, un grito primal que suena como si cuatro tipos hubieran enchufado sus instrumentos en un garaje y decidido destrozar todo a su paso. Si buscas el momento en que Metallica fue más salvaje, más desatado, este es el punto de partida que no admite discusión.

El contexto lo dice todo. Grabado en apenas tres semanas en Music America Studios, Rochester, Nueva York, con un presupuesto que hoy parece una broma (unos 15,000 dólares, según el productor Jon Zazula en entrevistas posteriores), Kill ‘Em All no tuvo tiempo para florituras. James Hetfield tenía 19 años, Lars Ulrich apenas 20, y la alineación —con Cliff Burton recién llegado y Dave Mustaine fuera tras componer en la sombra— era un caos funcional. El resultado: diez canciones que suman 51 minutos de pura velocidad y actitud, sin pausas para respirar.

Ponte “Hit the Lights” en los oídos. Ese riff inicial, cortante como un alambre oxidado, y la batería de Ulrich aporreando como si quisiera romper el kit, te meten de lleno en un torbellino que no afloja. O “Whiplash”, con Hetfield ladrando letras sobre la adrenalina del metal en vivo, mientras Kirk Hammett suelta un solo que suena como un motor desbocado. No hay baladas, no hay intros acústicas ni experimentos raros; esto es thrash en su forma más pura, antes de que el género siquiera tuviera un nombre claro.

La producción ayuda a esa sensación de descontrol. Paul Curcio, el ingeniero detrás del disco, dejó un sonido áspero, sin pulir, donde el bajo de Burton retumba como un trueno lejano y las guitarras zumban con una energía que no se preocupa por ser bonita. Comparado con Master of Puppets (1986), donde la banda ya dominaba la precisión, o …And Justice for All (1988), con su complejidad técnica, Kill ‘Em All es un animal diferente. No busca impresionar con arreglos; te agarra del cuello y no te suelta.

Los números respaldan su impacto. Según la RIAA, el álbum ha vendido más de 3 millones de copias solo en Estados Unidos hasta 2025, un logro para un debut que en su momento fue ignorado por las radios comerciales. Pero no es solo cuestión de ventas: es el ADN del disco. Temas como “Seek & Destroy” se convirtieron en himnos de concierto, y “The Four Horsemen” (reescrita tras la salida de Mustaine) muestra cómo Metallica tomó influencias de la NWOBHM —piensa en Motörhead o Diamond Head— y las aceleró hasta el límite.

¿Salvaje por qué? Porque aquí no hay filtros. Hetfield aún no había refinado su voz; su rugido es puro instinto. Ulrich, criticado después por su técnica, toca con una urgencia que no se aprende en escuelas. Y Burton, con su formación clásica, aporta un filo que corta sin pedir permiso. Es Metallica antes de las giras mundiales, antes de los estadios, antes de que el éxito les diera tiempo para pensar demasiado.

No se trata de elegir el “mejor” disco —eso es otro debate—. Esto va de capturar un momento donde la banda era un toro suelto en una cristalería, rompiendo reglas que ni siquiera sabían que existían. Kill ‘Em All no inventó el thrash solo, pero le dio un empujón brutal. Si quieres entender de dónde salió el Metallica que después llenó arenas, empieza aquí. Sube el volumen y déjate arrastrar.

By Marco Antonio de Jesús Escobedo Palma

Dir. de SEO de Heavy Mextal/ Periodista con más de 10 años de experiencia, experto en metal y especialista SEO ./ Contacto: [email protected]/ Facebook:https://www.facebook.com/marco.escobedo.52206

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