El metal, un género que emergió como un rugido disidente en la segunda mitad del siglo XX, ha tejido una red de historias que abarcan desde lo técnico hasta lo insólito, reflejando su carácter multifacético. Más allá de los nombres icónicos y los festivales masivos, existen detalles que rara vez ocupan titulares, pero que enriquecen la narrativa de esta corriente musical. Con base en registros históricos, entrevistas y análisis de la escena, este artículo explora cinco facetas poco conocidas que muestran cómo el metal se entrelaza con la ciencia, la política y hasta la casualidad, ofreciendo una mirada fresca a su evolución y su alcance.
1. El primer amplificador de metal fue un experimento casero: Antes de que Marshall se convirtiera en sinónimo de potencia sonora, Pete Townshend de The Who pidió a Jim Marshall en 1965 un equipo que superara los límites de volumen de la época. El resultado, un prototipo apodado “The Pig”, fue tan ruidoso que Townshend lo usó poco, pero su diseño inspiró a bandas como Black Sabbath y Deep Purple. Ese ensayo casero en un taller londinense sentó las bases para la pared de amplificadores que definió el metal en vivo.
2. Un político usó el metal para ganar votos: En 1988, el candidato presidencial estadounidense Pat Robertson, un conservador religioso, intentó conectar con jóvenes al incluir un cover de “Sweet Child O’ Mine” de Guns N’ Roses en un evento de campaña. La jugada, que buscaba suavizar su imagen rígida, fue un fiasco: los fans del metal lo tildaron de oportunista, y la banda amenazó con demandarlo. El episodio, olvidado en las crónicas políticas, muestra cómo el género ya era un símbolo de autenticidad difícil de manipular.
3. El death metal tiene raíces en un laboratorio: Chuck Schuldiner, considerado el “padrino” del death metal con su banda Death, se inspiró en parte en su fascinación por la biología y la disección, temas que estudiaba informalmente. Canciones como “Leprosy” (1988) reflejan una obsesión por los procesos orgánicos y la mortalidad, con letras que evocan autopsias y decadencia. Esta conexión entre ciencia y brutalidad lírica dio al subgénero una profundidad conceptual que va más allá del shock.
4. Una guitarra rota inventó un clásico del doom: En 1971, durante una sesión de Master of Reality, Tony Iommi rompió accidentalmente una cuerda de su guitarra mientras grababa “Sweet Leaf”. En lugar de detenerse, improvisó un riff más lento y pesado con las cuerdas restantes, creando una atmósfera densa que Black Sabbath pulió en el estudio. Ese percance técnico cristalizó el sonido viscoso del doom metal, un estilo que bandas como Candlemass y My Dying Bride heredarían décadas después.
5. El metal finlandés nació en un garaje helado: La escena finesa, famosa por su densidad de bandas, tuvo un arranque humilde en los ochenta cuando músicos como los fundadores de Stratovarius ensayaban en garajes sin calefacción durante inviernos de -20°C. La falta de recursos y el aislamiento forzaron un enfoque crudo y experimental que moldeó himnos como “Black Diamond”. Este origen austero contrasta con la sofisticación que Finlandia aportaría luego al metal sinfónico y melódico.