En una escena donde el cuero negro y los riffs veloces empezaban a tomar forma, Metallica irrumpió como un relámpago que no solo iluminó el cielo del metal, sino que lo partió en dos. Corría la década de los 80, y mientras el heavy metal tradicional dominaba con sus melodías grandilocuentes y sus poses de estadio, un grupo de jóvenes de San Francisco decidió que el género necesitaba un sacudón. No se trataba solo de tocar más rápido o gritar más fuerte, sino de reescribir las normas desde cero, con discos que hoy son reliquias de una era donde el riesgo era moneda corriente.
El thrash metal, como lo conocemos, no existiría sin esas primeras grabaciones de Metallica, que tomaron lo que había sobre la mesa y lo lanzaron por la ventana. Sus canciones no solo definieron un sonido, sino que abrieron caminos que nadie había pisado antes, mezclando furia con ideas que el metal de entonces apenas empezaba a entender. A continuación, exploramos cinco temas de sus primeros discos que desafiaron lo establecido y pusieron al género frente a un espejo que no todos quisieron mirar.
“Fight Fire with Fire” (Ride the Lightning, 1984)
El segundo disco de Metallica comienza con un truco que pocos esperaban: notas acústicas que parecen prometer calma, solo para desencadenar una avalancha de riffs a una velocidad que en 1984 sonaba como un tren descarrilado. La banda tomó el ritmo acelerado que empezaba a circular en la escena underground y lo llevó a un terreno donde la producción era más nítida, casi quirúrgica. Hablar del fin del mundo por un holocausto nuclear, además, no era el tema típico de las letras de la época, más enfocadas en dragones o fiestas eternas. Esta canción fue una declaración: el thrash podía ser crudo, pero también sofisticado.
“Master of Puppets” (Master of Puppets, 1986)
Ocho minutos y medio de una montaña rusa sonora que no da respiro. Aquí Metallica construyó algo que iba más allá de la simple agresión; era una historia sobre el control y la adicción contada con cambios de ritmo que mantenían al oyente en vilo. La sección instrumental, con sus guitarras que parecían conversar entre sí, mostró que el metal podía ser un espacio para la experimentación técnica sin perder el filo. En un momento donde las bandas buscaban encajar en moldes radiales, este tema rompió el cronómetro y demostró que había público para algo más largo, más denso, más real.
“Fade to Black” (Ride the Lightning, 1984)
Imagínate una escena thrash en 1984: todos esperando más velocidad, más caos, y Metallica decide bajar el tempo para hablar de depresión y pérdida. La canción arranca con acordes acústicos que podrían sonar en una fogata, pero pronto se convierten en un lamento eléctrico que termina en un solo que corta como navaja. Poner vulnerabilidad en un género que vivía de la fuerza bruta fue un giro que pocos se atrevieron a dar. Metallica no solo amplió el vocabulario emocional del metal, sino que probó que las baladas podían tener peso sin sonar a concesión comercial.
“Battery” (Master of Puppets, 1986)
La idea de empezar un tema con un toque de guitarra clásica, casi flamenco, para luego soltarlo en una ráfaga de thrash puro, es el tipo de decisión que hace que una banda destaque. “Battery” toma un instante de belleza frágil y lo usa como trampolín para un asalto sónico que no afloja. Esa mezcla de texturas, combinando lo culto con lo visceral, mostró que Metallica veía el metal como un lienzo más grande que el de sus contemporáneos. Fue una jugada que puso en jaque las expectativas y redefinió cómo podía sonar un disco de thrash.
“Hit the Lights” (Kill ‘Em All, 1983)
El debut de Metallica no pidió permiso para entrar. Este tema, el primero del disco, llega con una urgencia que suena a chicos tocando en un garaje con el volumen al límite. En 1983, cuando el heavy metal aún reinaba con sus tempos medios y sus solos pulidos, “Hit the Lights” aceleró el reloj y marcó el nacimiento de algo más salvaje. No había sutileza ni pretensión, solo una energía que decía que el metal podía ser joven, directo y sin reglas. Fue el disparo inicial del thrash, y el eco todavía resuena.
Estas cinco canciones no solo trazaron el camino de Metallica, sino que movieron las piezas de un género que estaba listo para algo nuevo. Fueron saltos al vacío que terminaron construyendo puentes, y si el metal hoy es un espacio de diversidad y experimentación, mucho se lo debe a esos primeros discos que se negaron a seguir el guion.