Los 5 discos de rock clásico más extremos de la historia › Heavy Mextal
dom. Abr 27th, 2025

El rock clásico tiene una cara salvaje que no siempre aparece en las antologías de éxitos radiales. Entre finales de los sesenta y principios de los setenta, mientras algunos se conformaban con rasgueos amables, otros discos llegaron como aludes, rompiendo paredes sónicas y dejando a su paso un eco que aún retumba. Lo extremo aquí no se mide solo en decibeles o velocidad, sino en la capacidad de estos trabajos para salirse del guion, ya sea por su densidad aplastante, su actitud sin filtros o su osadía estructural. Esta lista no busca halagar a los puristas ni rebuscar en lo obvio; es un corte transversal de cinco álbumes que clavaron estacas en el terreno del rock y lo empujaron a lugares incómodos. Vamos al grano.

1. “Black Sabbath” – Black Sabbath (1970)

El día que este disco salió al mundo, el rock se puso un abrigo negro y dejó de sonreír. Grabado en una sesión relámpago de 12 horas en Regent Sound Studios, Londres, el debut de Black Sabbath destiló el aire opaco de la Inglaterra industrial en un sonido que pesaba toneladas. El riff inicial de la pista titular, tocado por Tony Iommi con dedos heridos y una guitarra desafinada a propósito, suena como un presagio tallado en piedra. Geezer Butler lo llamó “música para el fin del mundo” en una charla para Iron Man: My Journey Through Heaven and Hell with Black Sabbath (2011). “N.I.B.” y “Behind the Wall of Sleep” no ofrecen respiro; son un martillo que golpea sin pedir disculpas.

2. “Led Zeppelin IV” – Led Zeppelin (1971)

Este álbum no pide presentación, pero sí merece disección. Grabado en una casona destartalada de Hampshire y pulido en Londres, el cuarto disco de Zeppelin es un viaje que va del rugido eléctrico de “Rock and Roll” al susurro folk de “Going to California” sin tropezar. John Bonham aporreando su Ludwig en “Four Sticks” o el eco cavernoso de “When the Levee Breaks” —logrado con micrófonos colgados en un hueco de escalera— son pruebas de una banda que no solo tocaba, sino que moldeaba el aire a su antojo. Page y Plant lo llevaron todo al límite, y los números lo respaldan: 23 millones de copias vendidas solo en Estados Unidos, según la RIAA. Extremo por su alcance, no por postureo.

3. “The Stooges” – The Stooges (1969)

Si el rock pudiera sangrar, este disco sería la herida abierta. The Stooges grabaron su debut en Nueva York con John Cale girando perillas y tratando de domar a una banda que no quería ser domada. “1969” y “I Wanna Be Your Dog” no son canciones pulidas; son zarpazos de guitarra y alaridos de Iggy Pop que suenan como si alguien hubiera volcado un amplificador en un callejón. La batería de Scott Asheton golpea como un pulso irregular, y el bajo de Dave Alexander sostiene el caos apenas lo suficiente. Publicado por Elektra, apenas rozó las 50,000 copias iniciales, pero su ADN se coló en el punk y todo lo que vino después. Es extremo porque no negocia.

4. “In the Court of the Crimson King” – King Crimson (1969)

El rock progresivo suele evocar teclados etéreos y solos eternos, pero este disco lo tiñó de sombras. Grabado en Wessex Sound Studios, Londres, el debut de King Crimson es un puñetazo disfrazado de sinfonía. “21st Century Schizoid Man” arranca con Greg Lake gritando a través de un filtro distorsionado mientras Robert Fripp despedaza su guitarra y Michael Giles aporrea como si el kit le debiera dinero. Luego, piezas como “Epitaph” te arrastran a un pozo melancólico con mellotrones que suenan a réquiem. Publicado por Island Records, vendió lo suficiente para sobrevivir, pero su verdadera fuerza está en cómo torció el cerebro del rock. Extremo por su cerebro, no por sus músculos.

5. “Master of Reality” – Black Sabbath (1971)

Sabbath volvió a la carga con un disco que suena como si el asfalto cobrara vida. Grabado en Island Studios, Londres, Master of Reality bajó las guitarras a Do sostenido, una decisión de Iommi que dio a “Sweet Leaf” y “Into the Void” una densidad que aplasta costillas. Ozzy Osbourne canta como si estuviera confesando pecados en un sótano, y la batería de Bill Ward retumba con un groove que no te suelta. Según datos de Warner Bros., superó el millón de copias en su primer año. Este álbum no solo consolidó el doom metal; lo inventó sin manual de instrucciones. Es extremo porque te hunde y no te deja salir.

Estos cinco discos no son reliquias para vitrinas; son máquinas vivas que todavía pueden hacer temblar altavoces y cabezas. Cada uno, a su modo, redibujó el mapa del rock clásico y le dio un filo que no se desgasta. ¿Cuál pondrías a girar primero?

By Yussel Barrera

Jefe de información de Heavy Mextal/ Músico semiretirado de la escena under de Iztapalapa; dejé la guitarra para tomar la pluma y trazar historias en lugar de un solo./ Contacto: [email protected]/ Facebook: https://www.facebook.com/tizzn

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