Las 5 canciones más EXTRAÑAS de Metallica › Heavy Mextal
mié. Abr 30th, 2025
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Cuando Metallica irrumpió en la escena del metal a principios de los 80, lo hizo con una propuesta clara: velocidad, furia y riffs que cortaban como navajas. Desde los callejones oscuros de Kill ‘Em All hasta los estadios repletos que vinieron después, la banda se convirtió en un sinónimo de thrash metal ejecutado con precisión quirúrgica. Pero no todo en su trayectoria ha sido un camino recto de doble bombo y distorsión. A lo largo de cuatro décadas, han dado giros inesperados, probando texturas y enfoques que han dejado a más de un seguidor rascándose la cabeza o revisando el nombre en la portada del disco.

Estas decisiones no siempre han sido bien recibidas—algunas han generado debates que aún resuenan en foros y bares—, pero demuestran que Metallica nunca se ha conformado con repetir la misma fórmula. Entre esos experimentos hay canciones que, por su sonido, su contexto o su ejecución, se apartan tanto del núcleo de la banda que podrían pasar por trabajos de otro grupo. Este artículo explora cinco de esos momentos donde Metallica salió del carril habitual, con argumentos que van más allá del simple “suena diferente” y se adentran en lo que las hace piezas únicas en un catálogo dominado por la potencia.

1. “Junior Dad” (Lulu, 2011)

Hablar de Lulu es pisar terreno pantanoso para cualquier seguidor de Metallica. Este álbum, fruto de una colaboración con Lou Reed, es un rompecabezas que pocos han sabido armar. “Junior Dad” encarna esa rareza: una pista que empieza con acordes lentos y se estira en un diálogo entre la voz rasposa de Reed y una instrumentación que parece perdida entre el rock experimental y un lamento prolongado. No hay estribillos pegajosos ni riffs que inviten al mosh; en su lugar, la canción se mueve como una conversación íntima que no pide permiso para extenderse más de 19 minutos en su versión completa. La elección de trabajar con un poeta del underground neoyorquino ya era un salto al vacío, pero esta pieza en particular se siente como si Metallica hubiera decidido prestar sus guitarras a una obra de teatro avant-garde.

2. “Ronnie” (Load, 1996)

En 1996, Metallica ya estaba explorando un cambio de piel con Load, y “Ronnie” es un reflejo claro de esa transición. La canción cuenta la historia de un asesino en un pueblo pequeño, pero lo hace con un ritmo que coquetea con el southern rock y una cadencia que pide más una fogata que un circle pit. Los acordes tienen un aire relajado, casi perezoso, y la voz de James Hetfield adopta un tono narrativo que no busca gritar, sino relatar. Para una banda que había construido su nombre sobre la intensidad, este giro hacia un estilo más accesible y menos visceral fue un movimiento que descolocó a quienes esperaban otro Master of Puppets. Es una rareza porque parece escrita para una carretera polvorienta, no para los escenarios donde Metallica suele reinar.

3. “Low Man’s Lyric” (Reload, 1997)

Si alguien pensó que Load era un experimento aislado, Reload llegó a probar lo contrario. “Low Man’s Lyric” trae un instrumento que ningún fan de Metallica esperaba: el hurdy-gurdy, una reliquia medieval que zumba como un eco de otro tiempo. La canción se construye sobre una base folk-rock, con una melodía que podría acompañar una balada en una taberna vieja más que un concierto de metal. Las letras, cargadas de introspección, se combinan con un arreglo que prioriza la atmósfera sobre la agresión. Es un desvío tan pronunciado que parece un préstamo de otra banda, una prueba de que Metallica estaba dispuesta a salir de su zona de confort, incluso si eso significaba dejar atrás a parte de su audiencia.

4. “Mama Said” (Load, 1996)

Otra pieza extraña de Load, “Mama Said” lleva a Metallica a un terreno que pocos asociarían con ellos: el country-rock. Con un slide de guitarra y una entrega vocal que se siente más como una confesión que como un rugido, esta canción explora la relación de Hetfield con su madre de una manera cruda y directa. No hay distorsión pesada ni tempos acelerados; en su lugar, hay un tono acústico que podría encajar en un bar de carretera más que en un festival de metal. Su rareza viene de esa simplicidad y de cómo abraza un estilo que Metallica rara vez ha tocado.

5. “St. Anger” (St. Anger, 2003)

El tema que da nombre a uno de los discos más discutidos de Metallica no podía faltar aquí. “St. Anger” es un choque frontal: la batería suena como si Lars Ulrich estuviera golpeando un tanque de metal, las guitarras carecen de solos y la producción parece un grito sin pulir. Todo en esta canción refleja un momento caótico para la banda—grabada en medio de tensiones internas y sin un bajista fijo—, y el resultado es una pieza que rompe con cualquier expectativa de lo que Metallica había sido. No hay adornos, no hay refinamiento; es un puñetazo crudo que divide aguas entre quienes lo ven como un experimento valiente y quienes simplemente no lo soportan. Su rareza radica en esa falta de filtros, un contraste brutal con la precisión de sus trabajos anteriores.

Estas cinco canciones no son solo desvíos en la carretera de Metallica; son pruebas de una banda que, para bien o para mal, ha buscado expandir su sonido más allá de los límites del metal. Cada una cuenta una historia distinta, desde colaboraciones improbables hasta apuestas por texturas nuevas, y juntas forman un mapa de los momentos donde Metallica decidió que quedarse quietos no era una opción.

By Yussel Barrera

Jefe de información de Heavy Mextal/ Músico semiretirado de la escena under de Iztapalapa; dejé la guitarra para tomar la pluma y trazar historias en lugar de un solo./ Contacto: [email protected]/ Facebook: https://www.facebook.com/tizzn

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