En una reciente entrevista con Billboard Brasil, el guitarrista Kerry King cuestionó abiertamente la ausencia de Slayer en las nominaciones al Salón de la Fama del Rock and Roll, a pesar de los más de 40 años de trayectoria de la banda. La declaración adquiere peso si se considera el impacto fundacional del grupo dentro del thrash metal y su papel en el desarrollo de uno de los subgéneros más radicales del heavy metal. Mientras otras agrupaciones contemporáneas —incluyendo a Metallica, ya incorporada al Salón desde 2009— han recibido ese tipo de reconocimiento institucional, Slayer continúa excluida, lo que evidencia tensiones persistentes entre la industria del entretenimiento tradicional y la historia del metal extremo.
“¿Por qué no estamos ahí todavía?”, preguntó King con ironía durante la charla. “Ni siquiera hemos estado en la lista de nominados”. Su reflexión apuntó a una sensación de desconexión entre el proceso de selección y la percepción que los propios músicos tienen sobre sus legados. King fue enfático al señalar que, aunque el ingreso al Salón no representa una validación esencial para su carrera, sí tendría un significado emocional en términos personales: “Si mis padres estuvieran vivos, estaría emocionado de poder decirles ‘mamá, estoy en el Salón de la Fama del Rock and Roll’”.
El guitarrista reconoció haber subestimado el valor del museo cuando lo visitó por primera vez hace poco más de una década. “Pensé que estaría ahí media hora. Me quedé cuatro horas”, confesó, reconociendo la riqueza histórica de la colección. Esta anécdota contrasta con su opinión crítica sobre los mecanismos internos del Salón, al que calificó de “fallido” en cuanto a criterios de elección. Lejos de buscar la simpatía del comité curatorial, King no escatimó en ironías: “Y aquí estoy, hablando mal de ellos. No creo que eso ayude a mi situación”.
Al abordar el legado de Slayer en el contexto del thrash, King señaló la simultaneidad con la que emergieron bandas que definieron el género en los años 80. Aun sin declararse como los únicos responsables del cambio, reconoció el papel del grupo en el trazado de una estética sonora agresiva y de alta precisión, que desplazó paradigmas previos del metal tradicional. “Éramos parte de eso, sin duda. Hubo un movimiento de muchas bandas, irónicamente al mismo tiempo, que puso al thrash en el mapa”.
Aunque en entrevistas anteriores King ya había mostrado interés en la posibilidad de ser incluido en el Salón —e incluso bromeó con ofrecer “unas monedas” si eso ayudaba—, su postura actual parece responder menos a un anhelo institucional y más a una reafirmación simbólica de lo que Slayer representa dentro del canon del metal. El hecho de que agrupaciones como Judas Priest y Iron Maiden hayan tenido que esperar décadas para obtener reconocimiento similar refuerza la percepción de que el Salón de la Fama continúa operando con parámetros que históricamente han relegado los márgenes más extremos del rock.