Tobias Forge, líder creativo y rostro conceptual de Ghost, ha declarado abiertamente su ambición de llevar al grupo sueco a un nivel escénico comparable al de Rammstein.
En una entrevista reciente con la revista Aardschok, el músico señaló que su próximo objetivo es conquistar los estadios con una producción visual y teatral mucho más ambiciosa que la actual.
Más allá de una simple admiración, Forge desmenuzó el modelo que pretende seguir: “Triunfar durante años, agotar las entradas, dar el salto a los estadios… hacer que la producción teatral sea tres veces más grande”, afirmó, subrayando que el objetivo no es únicamente comercial, sino artístico. En este sentido, alude a la energía que se genera en producciones de alto calibre como las de Metallica o los Rolling Stones, aunque reconoce que aún hay un trecho considerable por recorrer para llegar a ese estándar. Lo interesante en su enfoque es que no asocia ese crecimiento a métricas convencionales como ventas o streams, sino a una motivación interna, casi ritual, que define como “intrínseca”.
La visión de Forge resalta por su método: no se limita a la imitación superficial de otros proyectos exitosos, sino que plantea una expansión coherente con la identidad escénica y conceptual de Ghost. El uso de personajes, simbolismo religioso, teatralidad barroca y una narrativa continua entre álbumes ha sido parte central del éxito de la banda. Ahora, trasladar esa estética a una escala aún mayor implica no solo más recursos, sino una reformulación del espectáculo desde la arquitectura visual hasta la experiencia sensorial del público. La alusión al tour Steel Wheels de los Stones —conocido por su despliegue tecnológico a finales de los 80— revela una comprensión profunda del espectáculo como obra total.
Mientras algunas bandas de metal tienden a concentrarse en la música como núcleo exclusivo de su propuesta, Forge plantea un paradigma más amplio: el de la performance total como arte en sí mismo. La intención de “lanzar llamas al cielo”, como menciona literalmente, no es una hipérbole vacía, sino parte de una búsqueda por alcanzar una dimensión donde el metal conviva con una producción teatral de proporciones operísticas. En esa tensión entre lo visceral y lo coreografiado, entre lo ritual y lo técnico, parece residir el siguiente capítulo en la evolución escénica de Ghost.