El heavy metal no es un accidente ni una moda pasajera. Nació en las entrañas de los setenta, cuando las guitarras se volvieron más filosas que las navajas de barbero y las voces comenzaron a trepar octavas como si huyeran de algo. Es un sonido que no pide permiso: riffs que golpean como martillos sobre yunques, baterías que retumban como si derribaran muros y letras que oscilan entre lo heroico y lo condenado. Este artículo no busca endulzar el género ni adornarlo con frases vacías; va al grano para desenterrar cinco discos que no solo definieron el heavy metal puro, sino que lo tallaron en piedra. Aquí no hay desvíos hacia thrash, death o experimentos progresivos. Esto es heavy metal crudo, sin filtro, como debe ser.
Iron Maiden – The Number of the Beast (1982)
Cuando Bruce Dickinson agarró el micrófono en 1982, Iron Maiden dejó de ser una banda prometedora y se convirtió en un titán. The Number of the Beast es un torbellino de seis cuerdas y tambores que no da tregua. El tema que le da su nombre arranca con un recitado que pone la piel en guardia, mientras “Hallowed Be Thy Name” te arrastra por un corredor de ejecución con melodías que cortan como vidrio. Publicado por EMI, este disco vendió más de 14 millones de copias mundiales hasta la fecha, según datos de la propia banda en entrevistas archivadas en su sitio oficial. Es el manual del heavy metal: velocidad, drama y un Eddie en la portada que parece listo para pelear.
Judas Priest – British Steel (1980)
Si el heavy metal tuviera un molde, British Steel sería el acero fundido que lo llenó. Judas Priest destiló aquí un sonido que no se anda con rodeos: riffs que te agarran por el cuello y una voz, la de Rob Halford, que suena como si pudiera partir cadenas. “Breaking the Law” es un puñetazo de tres minutos que sigue resonando en bares y estadios, y “Living After Midnight” convierte la medianoche en un ritual de cuero y tachas. Lanzado bajo Columbia Records, el álbum alcanzó el puesto 4 en las listas británicas (según el Official Charts Company), y su simplicidad lo hizo inmortal. Esto no es música de fondo; es un llamado a las armas.
Black Sabbath – Paranoid (1970)
Antes de que el heavy metal tuviera nombre, Black Sabbath ya lo estaba forjando. Paranoid salió en septiembre de 1970 por Vertigo Records y puso los cimientos de todo lo que vendría después. Los riffs de Tony Iommi en “War Pigs” pesan como losas de granito, mientras Ozzy Osbourne canta como un profeta atrapado en una tormenta eléctrica. “Iron Man” no inventó el género, pero le dio su primer superhéroe de carne y hueso. El disco trepó al número 1 en el Reino Unido y vendió más de 4 millones de copias en EE.UU., según certificaciones de la RIAA. Es el eco de un Birmingham industrial que aún retumba.
Dio – Holy Diver (1983)
Ronnie James Dio no solo cantaba; conjuraba. Tras dejar Black Sabbath, lanzó Holy Diver bajo Warner Bros. y creó un mundo donde el heavy metal se encuentra con la fantasía oscura. El tema principal es un viaje por aguas turbulentas, con un riff que te empuja al borde y una voz que parece venir de otra dimensión. “Rainbow in the Dark” mezcla teclados con guitarras sin pedir disculpas, y el resultado es puro nervio. El álbum llegó al puesto 56 en el Billboard 200, pero su alcance va más allá de números: es un faro para cualquiera que busque el alma del género. Dio no seguía reglas; las escribía.
Accept – Balls to the Wall (1983)
Desde Alemania, Accept llegó con Balls to the Wall para recordarnos que el heavy metal no siempre necesita florituras. Publicado por RCA Records, este disco es un bloque de granito tallado con precisión teutónica. La canción que lo nombra es un himno de resistencia, con un coro que se clava como un clavo en madera vieja, mientras “Metal Heart” deja que la guitarra de Wolf Hoffmann hable por sí sola. Alcanzó el puesto 74 en el Billboard 200, pero su fuerza está en cómo suena: directo, sin adornos, como una máquina bien aceitada. Accept no inventó el heavy metal, pero aquí lo pulió hasta hacerlo brillar.
Estos cinco discos no son reliquias para admirar desde lejos; son armas vivas que siguen cortando el aire. El heavy metal puro no se diluye ni se doblega, y estas obras lo prueban. Si las guitarras te llaman, empieza por aquí. No hay mejor mapa para el territorio.