Fotografías: Johanna Malcher (@laweradelasfotosmerol)//
El pasado sábado 7 de diciembre, una de las bandas más icónicas del metal progresivo, Dream Theater, regresó a México tras cinco años de ausencia. En esta ocasión, la cita fue en la majestuosa Explanada del Estadio Azteca de la Ciudad de México, un escenario digno de la magnitud de su gira de celebración por cuatro décadas de carrera, marcada también por el regreso del legendario Mike Portnoy a la batería.
Desde temprano, miles de fans ansiosos se congregaron para ver a la banda con el recién reincorporado Portnoy. Aunque la fila era larga, el acceso fue rápido una vez abiertas las puertas. La seguridad, con filtros y restricciones similares a los de un evento de fútbol, levantó algunas cejas entre los asistentes, muchos de los cuales no estaban acostumbrados a estas dinámicas en un concierto de metal.
Tras una espera prolongada y sin la habitual tela que cubre a la banda debido a cuestiones climatológicas, las luces se apagaron y la magia comenzó con “Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper”. Los cinco músicos demostraron una energía desbordante desde el primer acorde, pasando por temas clásicos, material pesado y una pieza del antiguo baterista que Portnoy adaptó a la perfección. A medida que avanzaba el concierto, el sonido mejoró notablemente, ofreciendo una versión sublime del Teatro de los Sueños.
Después de un breve interludio, la banda regresó con un nuevo tema, repasando nuevamente su extensa carrera con canciones como “Constant Motion” y “This is The Life”. En este punto, la única queja provenía del camarógrafo, que no siempre enfocaba a los músicos protagonistas del momento.
El clímax del concierto llegó con “Octavarium”, un tema épico de aproximadamente 24 minutos que llevó a los fans en una montaña rusa emocional, dejándolos completamente entregados a la experiencia.
Tras este tema y unos minutos de descanso, la banda regresó para un encore de tres canciones, destacando “The Spirit Carries On”, que iluminó el venue de Santa Úrsula con las luces de los celulares y conmovió a más de uno con su mensaje, y el emblemático “Pull Me Under”, con el que cerraron el concierto con la misma energía arrolladora. James LaBrie cantó con gran destreza, aunque con las limitaciones que arrastra desde hace años; desde los teclados y el continuum Jordan Rudess hizo honor a su apodo de “El Mago”; John Myung, sobrio pero certero en su ejecución; John Petrucci, propositivo y poderoso; y Mike Portnoy, retomando su rol como el alma y corazón de Dream Theater, que volvió a latir con fuerza en suelo azteca.
Aunque el recinto no es el habitual para los fanáticos de este refinado subgénero, se cumplió la visión de Portnoy al responder a los comentarios que cuestionaban el lugar de la presentación: ofrecer una experiencia de festival a gran escala para celebrar las cuatro décadas de estos músicos de alto rendimiento.