En la penumbra de un domingo nocturno, los acólitos del metal, sedientos de epopeyas sonoras y riffs que desafían la destreza, se congregaron en la Sala Urbana de Naucalpan. Allí, aguardaban la aparición de los maestros del power metal moderno, los inigualables Rhapsody of Fire.
Cuando el reloj marcó las ocho y cuarto, un manto de oscuridad envolvió la sala y Sky Wolves, los guerreros del heavy metal que habían compartido su arte con Hammerfall la semana anterior, encendieron la llama de la anticipación. Con cada acorde, la banda tejía un hechizo sobre los fieles que, uno a uno, iban llenando el templo del metal. Al culminar su ritual, un grito de aprobación resonó desde las sombras: “¡Tocan muy cabrón!”, proclamando que la misión de avivar los espíritus estaba cumplida.
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Mientras la épica “Valhalla” de Blind Guardian fluía como un preludio, el escenario se preparaba para recibir a los titanes italianos. Los devotos del metal debatían si buscar el néctar de cebada o permanecer firmes en sus puestos, optando mayoritariamente por la segunda opción, conscientes de que el alba traería consigo el deber laboral.
Caballeros y dragones
El sonido de la prueba se desvaneció y, con la voz de Giacomo Voli entonando “Bohemian Rhapsody” junto a la multitud, el escenario comenzó a exhalar humo. Las luces se extinguieron, y la voz del legendario Christopher Lee nos sumergió en un reino de castillos, caballeros y dragones, nacido de los amplificadores de Rhapsody of Fire. Con Giacomo al micrófono, Roberto de Micheli en la guitarra, Alessandro Sala en el bajo, Alex Staropoli en los teclados y Paolo Marchesich en la batería, la banda desplegó su vasto repertorio ante una audiencia cuya adrenalina rebosaba, cantando y saltando al comando de Voli.
Entrelazando himnos de su era dorada con la frescura de su nueva etapa, Rhapsody of Fire hizo vibrar las almas y elevar los puños al cielo con clásicos como “Dawn of Victory”, “I’ll be Your Hero”, “Land of Immortals” y “Emerald Sword”. Un moshpit efímero pero intenso se formó, sellando la noche con un pacto de energía pura. Giacomo, con palabras de esperanza, prometió a los fans un reencuentro el próximo año, instando a que no transcurran otros diez años para su regreso.
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Tras una velada que quedará grabada en la memoria colectiva, llegó el momento de encerrar al dragón en su calabozo, aguardando el día en que estos titanes del power metal regresen para reclamar su trono en el panteón del género.