La noche del pasado sábado 29 de junio estaba cargada de expectación y adrenalina. Poco antes de las 19:00 horas, es decir, dos horas antes de lo pactado, la gente hacía una larga fila a las afueras del Indie Rocks. Su deseo: ver a Little Big, la controvertida banda rusa que ofrece un espectáculo ecléctico lleno de electrónica oscura, mezclada con punk y un toque rave que desata la locura donde quiera que se presenten.
Cuando las luces se atenuaron y los acordes electrónicos resonaron, Little Big emergió en el escenario como una tormenta de energía. Vestidos en atuendos extravagantes, los miembros de la banda irradiaban carisma y actitud. Ilya Prusikin, el vocalista, ataviado con un vestido de la famosa serie noventera Sailor Moon, desde el primer segundo se movía como un maestro de ceremonias electrificado, hipnotizando a la audiencia con su presencia magnética. Sonya Tayurskaya, su eterna compañera vocalista, en esta ocasión se mostró mucho más moderada en el escenario, la principal razón, su avanzado embarazo. También estuvieron acompañandos del DJ Danny Zuckerman, quien traía puesta una máscara de Blue Demon.
Ilya Prusikin, vocalista de Little Big, salió al escenario con un vestido referencia a Sailor Moon,
A lo largo de más de una hora y media, los fundadores de la banda sorprendieron con una proyección visual tan impresionante como su energética actitud. Fondos animados de langostas gigantes, sirenas y explosiones de color se sincronizaban con cada canción. La banda no solo tocaba música, sino que también contaba una historia visual. Los visuales eran una mezcla de surrealismo, humor y provocación, reflejando la esencia misma de Little Big, esa banda contestataria que ha sido proclamada non grata por el gobierno de Vladimir Putin en su tierra natal, por lo que ahora se refugian en Estados Unidos.
Canciones como We Are Little Big, Generation Cancellation, Hardstyle Fish, I’m The Best y Antipositive fueron las primeras en aparecer durante la noche, mientras la multitud rugía, coreaba cada tema y saltaba con éxtasis. Tan así que el piso del recinto ubicado en la Colonia Roma de la Ciudad de México nunca dejó de temblar. Los fans, desde los más jóvenes hasta los veteranos del rave, se unían en una comunión de euforia. Las manos se alzaban, los cuerpos se contorsionaban y los corazones latían al ritmo de las canciones. Era como si todos compartieran un secreto: Little Big no era solo una banda, sino una experiencia multisensorial que se debe ver al menos una vez en la vida.
A la derecha, la vocalista Sonya Tayurskaya, que a pesar de un embarazo avanzado, mostró energía en el escenario.
Ya con un Ilya Prusikin despojado de sus atuendos para quedar únicamente en shorts, el espectáculo continuó con Hateful Love, un cover de Blitzkrieg Bop (himno de los Ramones), Rock-Paper-Scissors, entre otras. Cada canción era un himno, y la banda no escatimaba en energía. Prusikin interactuaba con la audiencia, incitándola a cantar y bailar. Con solo mover sus brazos, el ruso controlaba las emociones del recinto. Su dominio del escenario era espectacular.
Con su energía, Ilya Prusikin hizo explotar la euforia de los cientos de asistentes.
Luego llegó un combo de grandes éxitos de la banda, con Skibidi, Moustache, Pendejo, Tacos, I’m OK, Big Dick, Go Bananas y Lobster Popstar, con todo y una serie de imágenes entre surreales y psicodélicas. El ambiente era electrizante. El sudor y la risa se mezclaban en el aire. Los cuerpos se movían en una danza frenética, y las inhibiciones se desvanecían. Era una fiesta multicultural.
Little Big cerró la noche con Hypnodancer y UNO, para luego regresar al escenario con otro mega éxito: Faradenza. Así terminó la noche, con la banda despidiéndose entre aplausos y gritos de euforia. La fila que antes parecía interminable ahora se disolvía en sonrisas y recuerdos. Little Big ofreció un espectáculo mágico en México, y la gente se marchó con la certeza de haber presenciado algo único.
Fotografías: Johanna Malcher