Cómo el metal progresivo conquistó a los NERDS del rock › Heavy Mextal
dom. Abr 20th, 2025

El metal progresivo no llegó de la nada; se coló como un intruso calculador en un mundo de riffs crudos y gritos viscerales, trayendo consigo compases torcidos, solos que parecen ecuaciones y letras que te hacen buscar un diccionario. No es solo música para headbangers: es un imán para quienes crecieron desarmando juguetes o devorando discos de rock con liner notes.

Desde los 70 hasta hoy, este subgénero ha enganchado a los “nerds” del rock —esos que prefieren un solo de 12 minutos a un estribillo pegajoso— y no es difícil entender por qué. Aquí está la ruta de cómo pasó de ser un experimento raro a un pilar del metal, con paradas en bandas que marcaron el camino.

Todo empieza con el rock progresivo puro. En los 70, bandas como Yes y King Crimson jugaban con estructuras que parecían sacadas de una partitura clásica, llenas de cambios de tiempo y teclados que sonaban a catedral. Rush, los canadienses inquietos, tomaron esa semilla y la plantaron en terreno más pesado con 2112 (1976). Geddy Lee confirmó en una entrevista para Prog Magazine en 2015 que querían “hacer prog que no se sintiera frágil”. El resultado: un disco con una suite de 20 minutos sobre distopías, baterías que desafían la física y un bajo que lleva la melodía. Los fans del rock que ya amaban los detalles técnicos encontraron un puente hacia algo más agresivo.

El salto al metal llegó con fuerza en los 80. Queensrÿche, con Operation: Mindcrime (1988), metió narrativa conceptual al juego: un disco que cuenta una historia de conspiración y lavado cerebral, envuelta en guitarras afiladas y armonías que exigen atención. Geoff Tate explicó en un podcast de Loudwire en 2019 que su meta era “mezclar teatro con metal”. Para los que disfrutaban desentrañar tramas mientras escuchaban, fue un anzuelo perfecto. Al mismo tiempo, Dream Theater irrumpió con Images and Words (1992), llevando el virtuosismo a otro nivel. John Petrucci y Mike Portnoy, con sus raíces en Berklee College of Music, trajeron escalas que parecían ejercicios académicos y baterías que cambiaban de compás como si nada. “Pull Me Under” se coló en MTV, pero el disco entero es un laberinto para mentes inquietas.

El siglo XXI consolidó el reinado del prog metal con Tool. Lateralus (2001) no solo trajo “Schism” —con su riff en 6/8 que ganó un Grammy—, sino que estructuró el álbum alrededor de la secuencia de Fibonacci, un guiño matemático que los fans diseccionaron en foros durante años. Adam Jones contó en Guitar World (2006) que buscaban “orden en el caos”. Es el tipo de detalle que atrae a quienes ven la música como un rompecabezas. Luego, bandas como Opeth con Blackwater Park (2001) añadieron capas de death metal a la ecuación, alternando guturales con pasajes acústicos que evocan a Jethro Tull. Mikael Åkerfeldt, un confeso fan del prog clásico, dijo en Decibel (2005) que su meta era “hacer discos que crecieran con el tiempo”. Y lo logró: sus canciones son libros abiertos para quienes quieren leer entre líneas.

¿Por qué pegó con los nerds? Porque el metal progresivo no te da todo masticado. Exige que sigas el hilo, que cuentes los tiempos, que conectes las ideas. Es Pink Floyd con esteroides, o Bach pasado por un amplificador Marshall. Hoy, con bandas como Haken o Between the Buried and Me llevando la antorcha, el género sigue siendo un refugio para los que prefieren pensar mientras sienten el golpe. Si te gustan las cosas que no encajan en tres minutos de radio, este es tu territorio. ¿Cuál vas a explorar primero?

By Yussel Barrera

Jefe de información de Heavy Mextal/ Músico semiretirado de la escena under de Iztapalapa; dejé la guitarra para tomar la pluma y trazar historias en lugar de un solo./ Contacto: [email protected]/ Facebook: https://www.facebook.com/tizzn

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