El alma inmortal del metal se estremeció este miércoles en Birmingham, cuna de una leyenda que ya no respira pero jamás será silenciada. Ozzy Osbourne, el indomable ‘príncipe de las tinieblas’, dejó este mundo a los 76 años, y su ciudad natal respondió con devoción, lágrimas y una congregación que convirtió el duelo en homenaje eterno.
Centenares de fans, muchos vestidos de negro como marca de identidad, se reunieron en lugares emblemáticos que resonaban con historia: el banco de Black Sabbath y el puente del mismo nombre, ubicados en el corazón de Inglaterra. Estos sitios no son solo cemento y metal: son altares donde Ozzy comenzó a escribir una narrativa que transformó el heavy metal para siempre.
Entre ellos estaba Chloe Allen, estudiante de 25 años, con el rostro marcado por la emoción. “Crazy Train fue la canción que me llevó al metal”, dijo, con los ojos brillando. “Su música me hizo darme cuenta de que puedes ser alternativo, puedes vestir de negro, puedes rockear y puedes ser tú mismo.” Palabras sencillas, pero cargadas de verdad: Ozzy fue voz de los inadaptados, faro de los nocturnos, redentor de los que nunca encajaron.
El adiós de Ozzy llegó apenas 17 días después de que su voz —aunque quebrada por el Parkinson— inundara por última vez Villa Park, donde se celebró el que hoy es recordado como el funeral eléctrico más épico de la historia. Aquella tarde del 5 de julio, su trono sobre el escenario fue símbolo de resistencia, no de derrota. Compartió su reino metálico con los titanes: Black Sabbath, Metallica, Guns N’ Roses, Steven Tyler. Fue una ceremonia de distorsión y gloria que duró todo el día y que emocionó hasta al más endurecido de los corazones metálicos.
Mientras las flores cubren los bancos y los puentes, y los acordes de “Iron Man” y “Bark at the Moon” se escuchan como susurros rituales en cada rincón de Birmingham, el mensaje es claro: Ozzy no ha muerto. Él vive en cada riff, en cada camiseta desgastada, en cada garganta que grita su nombre. Lo que se despidió este martes no fue un hombre. Fue la encarnación del metal, y su espíritu sigue rugiendo con fuerza.




