Fotografías: Johanna Malcher
La noche del viernes 7 de marzo, la Ciudad de México se convirtió en el altar de una ceremonia infernal. Archgoat, una de las entidades más brutales y despiadadas del black/death metal finlandés, descendió sobre el Foro Veintiocho para ofrecer un ritual de fuego y oscuridad. Sin concesiones, sin ornamentos, solo una descarga de odio primigenio que convirtió la atmósfera en un campo de batalla sonoro.
El evento estaba programado para comenzar a las 8:35 de la noche con los mexicanos Warfield, pero la promotora Cacique Entertainment decidió adelantar los horarios, iniciando la carnicería a las 8:00 p.m. Cuando el reloj marcó las 9:05, el trío impío de Finlandia salió al escenario. Sin necesidad de palabras ni presentaciones, Angelslayer (bajo/voz), Ritual Butcherer (guitarra) y Blood Desecrator (batería) tomaron sus posiciones y arrancaron con la brutalidad que los ha definido desde su primera manifestación en 1989.
El azote del cielo y la blasfemia encarnada


Desde el primer acorde, Archgoat dejó claro que su música no es para los débiles de espíritu. El show comenzó con “Heavens Ablaze”, una sentencia de fuego que encendió la caldera de blast beats y riffs putrefactos. No había luces de colores ni visuales grandilocuentes, solo sombras devorando el escenario mientras la horda de fieles rugía. “Lord of the Void” siguió con su estructura cavernosa y sofocante, un recordatorio de que Archgoat no solo es música, sino una manifestación de odio y nihilismo en su estado más puro.
Archgoat es una anomalía dentro del black metal. Mientras muchos contemporáneos se entregan a la teatralidad y las ambientaciones grandilocuentes, los finlandeses han permanecido inamovibles en su propósito original: escupir blasfemias en forma de death/black metal primitivo y letal. Desde su primer demo, Jesus Spawn (1991), el trío ha mantenido su sonido crudo, siniestro y absolutamente intransigente.
La devastación continuó con “Jesus Christ Father of Lies”, un himno anticristiano que resonó como una maldición en la noche de la capital mexicana. Aquí no hay solos virtuosos ni arreglos sofisticados, solo una masa sonora que golpea como una tormenta de cuchillas. “The Apocalyptic Triumphator” sonó como un himno de guerra, mientras la banda se mantenía imperturbable, como una máquina de demolición imparable.
Una misa negra sin concesiones
El público, aunque reducido (unas 200-250 almas), compensaba en devoción lo que faltaba en cantidad. No se trataba de un evento para curiosos ni para turistas del metal extremo; cada persona presente rendía tributo a la bestia con headbanging frenético y alaridos de aprobación. La intensidad del público se expandía y contraía al ritmo de canciones como “Goat and the Moon” y “Messiah of Pigs”, cada una más brutal que la anterior.
La importancia de Archgoat en la historia del metal extremo es innegable. Aunque Finlandia no goza de la notoriedad de Noruega en cuanto a black metal, su escena ha sido una de las más prolíficas y consistentes de las últimas tres décadas. Mientras que el black metal nórdico tendía a buscar nuevas direcciones, bandas como Archgoat se mantuvieron en la línea de guerra, consolidando un sonido que ha influenciado a incontables hordas a lo largo del mundo.
Sin descanso, la banda ejecutó “Darkness Has Returned” y “Rise of the Black Moon”, como invocaciones a las fuerzas del caos. Angelslayer apenas dirigía palabras al público; su única interacción era gruñir el título de la siguiente blasfemia antes de sumergirnos en una nueva oleada de aniquilación sónica. “Goddess of the Abyss of Graves” envolvió al recinto en un ambiente espectral, mientras la batería de Blood Desecrator resonaba como tambores de guerra en un campo de batalla apocalíptico.
El clímax de la abominación
El final se acercaba, pero la banda no perdió intensidad. “Nuns, Cunts and Darkness” llegó con su violencia característica, seguida por “Hammer of Satan”, un martillazo sónico que selló la condena del público. Cuando “Grand Luciferian Theophany” desató su furia, el Foro Veintiocho era un caos absoluto, una orgía de sonido y destrucción.
El trío finlandés abandonó el escenario a las 9:55, dejando tras de sí un rastro de devastación. Sin embargo, la audiencia no estaba lista para aceptar el fin. Entre gritos y exigencias, el llamado del caos fue escuchado. Archgoat regresó y, sin preámbulos, cerró la noche con “Day of Clouds” y “Black Messiah”, dos últimos golpes que sepultaron cualquier atisbo de luz en el recinto.
A las 10:08, el infierno había concluido. Una hora de concierto fue suficiente para recordarnos por qué Archgoat es una leyenda del metal extremo. Sin discursos, sin falsas pretensiones, solo brutalidad inquebrantable. Los sobrevivientes de aquella noche podrán decir que estuvieron en un ritual de guerra donde la única ley era la del caos. Porque Archgoat no ofrece entretenimiento; ofrece destrucción.