Por qué el black metal sigue siendo el género más incomprendido › Heavy Mextal
dom. Abr 27th, 2025
black metal

El black metal no pide permiso ni se explica fácil. Nació en un rincón oscuro del metal, entre acordes helados y alaridos que suenan como si el viento mismo estuviera furioso, y desde entonces ha cargado con una mochila de malentendidos. Para algunos, es solo ruido satánico; para otros, un culto raro de tipos con pintura facial.

Pero detrás de los titulares y las leyendas urbanas hay un sonido y una historia que no encajan en etiquetas simples. Más de 40 años después de sus primeros pasos, sigue siendo el subgénero más difícil de descifrar, y eso no es casualidad. Vamos a desentrañar por qué, paso a paso, con hechos que cortan el mito como un cuchillo.

El origen está en los 80, con Venom como chispa inicial. Su disco Black Metal (1982) no era black metal como lo conocemos hoy —era más bien thrash con actitud punk y letras sobre el diablo—, pero le dio el nombre y la vibra. Conrad “Cronos” Lant dijo en una entrevista para Kerrang! en 2005 que solo querían “ser más ruidosos y sucios que nadie”. Fue un grito primal, no un manifiesto.

La cosa se puso seria en los 90 con la segunda ola noruega. Bandas como Mayhem y Burzum llevaron el sonido a otro nivel: guitarras como sierras oxidadas, baterías que parecían avalanchas y voces que no cantaban, sino que rasgaban el aire. De Mysteriis Dom Sathanas (1994) de Mayhem, grabado entre asesinatos y caos —Euronymous fue asesinado por Varg Vikernes en 1993, un hecho documentado en archivos judiciales noruegos—, es un ejemplo crudo de cómo el black metal se volvió más que música: era una declaración.

Pero el sonido no es el único culpable de la confusión. Los incendios de iglesias en Noruega entre 1992 y 1996, vinculados a figuras como Vikernes —condenado por quemar tres y matar a Euronymous, según registros legales—, pintaron al género como un nido de criminales. La prensa lo amplificó, y de repente el black metal era sinónimo de peligro. Sin embargo, no todos estaban en esa onda. Darkthrone, con A Blaze in the Northern Sky (1992), se enfocó en el aislamiento y el frío nórdico, no en la piromanía. Fenriz, su baterista, explicó en Metal Hammer (2010) que buscaban “capturar el alma del invierno”. Es un detalle que se pierde cuando el foco está en las llamas y no en las canciones.

La estética también despista. El corpse paint —esa pintura blanco y negro en la cara— viene de influencias teatrales, como Alice Cooper o Kiss, pero en el black metal se volvió un símbolo de lo inhumano. Para bandas como Immortal, que en At the Heart of Winter (1999) cantan sobre batallas en paisajes congelados, es una herramienta visual, no un pacto con el diablo. Abbath contó en Revolver (2016) que lo usaban para “ser parte del mito, no de la religión”. Aún así, el público casual lo ve y asume cosas que no están ahí. Y luego está la producción: discos grabados en casetes baratos o estudios improvisados, como Filosofem de Burzum (1996), suenan ásperos adrede. No es error, es intención, pero choca con quienes esperan pulcritud.

Hoy, el black metal sigue mutando. Bandas como Deafheaven con Sunbather (2013) lo mezclan con shoegaze, mientras Wolves in the Throne Room exploran la naturaleza en Two Hunters (2007). Sigue siendo un género que divide: o lo odias o lo descifras. El malentendido no viene de que sea inaccesible, sino de que nunca quiso agradar. Es crudo, es denso, y no te va a guiar de la mano. Si quieres entenderlo, tienes que entrar al bosque tú solo. ¿Te animas?

By Marco Antonio de Jesús Escobedo Palma

Dir. de SEO de Heavy Mextal/ Periodista con más de 10 años de experiencia, experto en metal y especialista SEO ./ Contacto: [email protected]/ Facebook:https://www.facebook.com/marco.escobedo.52206

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