Crónica | Opeth y Judas Priest en la Arena CDMX: noche de gigantes del metal › Heavy Mextal
mar. May 13th, 2025

La noche del domingo 4 de mayo, la Ciudad de México fue testigo de una auténtica invasión sonora. Dos titanes del metal, Opeth y Judas Priest, se apoderaron de la Arena CDMX logrando un contundente Sold Out con la gira Monsters of Rock, una celebración imponente del poder, la trayectoria y la vigencia del género.

Desde horas antes del arranque, una marea negra de metaleros ya hacía fila en las inmediaciones del recinto de Azcapotzalco. Algunos buscaban estar en primera fila, otros esperaban pacientemente para adquirir mercancía oficial. Entre la multitud se respiraba una mezcla generacional única: jóvenes deseosos de ver a sus ídolos por primera vez compartían espacio con veteranos curtidos en décadas de conciertos. El espíritu del metal no conoce edades, y esa comunión fue la constante durante toda la velada.

Al ingresar, el ambiente se impregnaba de expectativa. Los asistentes se acomodaban con su primera cerveza en mano, observando el escenario, que ya anticipaba una producción de alto calibre. A las 8:59 en punto, las luces se apagaron y la pantalla central anunció con letras grandes al primer acto de la noche: Opeth.

La sobriedad y precisión de Opeth

Con ese simple gesto, el público estalló. La banda sueca liderada por el carismático Mikael Åkerfeldt, quien suele bromear con el público mexicano llamándose a sí mismo “Miguelito Piñata González”, tomó el escenario con la sobriedad y precisión que los caracteriza. Aunque su set fue breve para muchos fans que esperaban más tiempo de ejecución, los de Estocolmo entregaron un repertorio contundente y emocional.

Opeth, referentes del metal progresivo desde los años noventa, entrelazaron pasajes de su más reciente “Last Will and Testament” con clásicos como “In My Time of Need”, que arrancó lágrimas entre los asistentes; “Sorceress”, “Ghost of Perdition” y la devastadora “Deliverance”. Como es habitual, Mikael ofreció sus comentarios entre canciones con su característico humor seco, mientras que el bajista uruguayo Martín Méndez saludó al público con una cálida sonrisa.

A pesar de lo breve, el público agradeció una actuación elegante, sólida y que dejó el anhelo de una nueva visita en solitario, como la que ofrecieron el año pasado.

Las deidades británicas del heavy metal

La pausa entre actos fue el momento perfecto para recargar vasos con la bebida color ambar y recuperar fuerzas. Porque lo que venía no era un simple concierto: era una misa sagrada para los fieles del metal. A eso de las 10:30 p.m., los acordes de “War Pigs” de Black Sabbath resonaron en la Arena, señal inequívoca de que el momento había llegado. Tras una breve intro visual, cayó la lona que cubría el escenario y ahí estaban ellos: Judas Priest, las deidades británicas del heavy metal, desatando con “Panic Attack” el inicio de uno de los conciertos más esperados del año.

Desde ese primer golpe, el dominio de Rob Halford fue total. Apenas entonó los primeros versos de “You’ve Got Another Thing Comin’”, levantó su micrófono para que las casi 18 mil almas corearan el coro a una sola voz. Su imponente presencia, a sus 73 años, sigue siendo sinónimo de entrega, poder y conexión absoluta con el público.

Tras un saludo en español por parte del Metal God, la banda —originaria de Birmingham, Inglaterra y activa desde 1969— desplegó un set que atravesó décadas de historia. Aunque, como ya es habitual, omitieron por completo la era con Tim “Ripper” Owens, tanto en el repertorio como en las menciones, aludiendo solo a los discos clásicos con Halford al frente.

Aun así, no hubo lugar para reproches. Judas Priest ofreció un espectáculo afilado y sin tregua, combinando clásicos como “Breaking the Law”, “Turbo Lover” o “Electric Eye” con temas recientes como “Invincible Shield” y “Crown of Horns”, que demostraron que su fuego creativo sigue encendido. La banda no bajó la intensidad en ningún momento, reafirmando por qué son considerados uno de los pilares fundacionales del metal.

El público era un crisol del metal: thrashers con chalecos llenos de parches, blackers portando orgullosos playeras de Tsjuder, fans del heavy más tradicional… todos unidos, celebrando a sus ídolos. Sobre el escenario, cada miembro brillaba con luz propia: Scott Travis marcaba los tiempos con precisión quirúrgica; Ian Hill, sereno y firme, sostenía las líneas de bajo con maestría; Richie Faulkner y Andy Sneap —los “nuevos”— ofrecieron un desempeño impecable en las guitarras; y Halford… Halford no necesita presentación. Su voz, su porte y su energía bastaron para elevar la noche a categoría de ritual.

El primer acto cerró con la demoledora “Painkiller”, y después del rugido del público, llegó el encore. “Electric Eye” encendió un moshpit en el centro de la Arena; en “Hell Bent for Leather”, Halford apareció sobre su Harley Davidson, esta vez luciendo un sombrero de mariachi, en un gesto que desató la ovación. Finalmente, “Living After Midnight” selló la velada poco después de la medianoche, en un estallido de euforia colectiva.

Antes de retirarse, Halford dejó un mensaje claro: “Mantengan el metal a salvo”, con la promesa de que Judas Priest volverá. Y todos los presentes lo esperamos con el corazón encendido.

Ver a una banda de esta talla es una experiencia que todo amante del metal debe vivir al menos una vez. Pocas agrupaciones han sobrevivido con tanta dignidad al paso del tiempo, ofreciendo espectáculos vibrantes y discos memorables. Si a eso se suma una banda como Opeth, que ha sabido reinventarse desde el death metal hasta el progresivo con una elegancia admirable, el resultado es una noche redonda, poderosa y absolutamente inolvidable.

By Yussel Barrera

Jefe de información de Heavy Mextal/ Músico semiretirado de la escena under de Iztapalapa; dejé la guitarra para tomar la pluma y trazar historias en lugar de un solo./ Contacto: [email protected]/ Facebook: https://www.facebook.com/tizzn

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *