Fotografías: Yussel Barrera
La noche del 6 de noviembre, la Arena Ciudad de México se transformó en un campo de batalla donde el death metal y el thrash clásico se encontraron en una colisión épica. Amon Amarth, los vikingos del metal, se unieron a Kerry King, el legendario guitarrista de Slayer, para ofrecer un espectáculo que combinó brutalidad sonora con una puesta en escena espectacular.
La batalla comenzó a las 7:40 de la noche con la banda de Kerry King, quien, con su característico estilo agresivo y su guitarra afilada como un hacha, desató una tormenta de riffs y solos que electrificaron a la audiencia desde el primer segundo con “Diablo”, tema que también abre su álbum debut lanzado este año: From Hell I Rise.
Fiel al nombre de su trabajo, el mítico cofundador de Slayer regresó del inframundo para dar cátedra de cómo se hace thrash metal de alta calidad. Su banda, compuesta por Paul Bostaph (batería), Kyle Sanders (bajo), Phil Demmel (guitarra) y Mark Osegueda (voz), se lanzó inmediatamente con temas como “Where I Reign”, “Trophies of the Tyrant” y “Residue”, antes de que Osegueda, también cantante de Death Angel, saludara y agradeciera la presencia del público para continuar con “Two Fist” y “Rage”.
Con From Hell I Rise, Kerry King demostró por qué gran parte del éxito de Slayer en los 80 y 90 se debe a él y a sus míticos riffs. Aunque el público reconocía su legendario estatus y alababa su primer álbum en solitario, estaba ansioso por escuchar algunas de las glorias pasadas de Slayer, lo cual ocurrió cuando King interpretó “Disciple”, recordándonos que “Dios nos odia a todos”, en referencia al álbum de 2001.
Mientras King dominaba el escenario sin interactuar con el público y sin opacar a Osegueda, continuaron con otros temas de su nuevo álbum: “Toxic”, “Idle Hands”, “Crucifixation” y “Shrapnel”. Al acercarse el final de su presentación, llegó el momento esperado por muchos: escuchar “Raining Blood”, que desató frenéticos moshpits en la Arena. La lluvia de sangre se fundió con otro clásico de Slayer, “Black Magic”, para cerrar con la pieza que da nombre al debut en solitario de King. Así se retiró del escenario, dejando claro su lugar como rey del thrash metal.
Invasión vikinga
La potente presentación de Kerry King fue solo el preámbulo para lo que ocurrió a las 9:30 de la noche, cuando las luces se atenuaron y una explosión de fuego anunció la llegada de los vikingos. Amon Amarth inició su ataque con el clásico “Guardians of Asgaard”, un himno nórdico de valentía para proteger el reino de los dioses. La batería, montada sobre un casco vikingo gigante, destacaba en el centro del escenario, flanqueada por dos enormes guerreros nórdicos, mientras una fortaleza adornada con runas y una imagen de una horda de guerreros al fondo creaban una atmósfera épica.
La banda, liderada por el imponente Johan Hegg, continuó su asalto con temas como “Raven’s Flight” y “The Pursuit of Vikings”. Hegg, en un español esforzado, agradeció al público, levantando su cuerno de aguamiel y brindando con un “¡Salud!” para luego gritar “¡Skål!” como en una auténtica celebración vikinga.
Amon Amarth desató otros temas como “Deceiver of the Gods”, “As Loke Falls”, “Tattered Banners and Bloody Flags”, “Heidrun” y “War of the Gods”, acompañados de coreografías de batalla.
La teatralidad alcanzó su punto álgido cuando los guerreros dieron paso a dos dragones marinos, simbolizando una batalla en el mar en medio de una tormenta. Esto indicaba que era el momento de interpretar uno de los grandes clásicos de la banda: “Put Your Back Into the Oar”. Desde las gradas hasta la pista, cientos de fanáticos se sentaron en el suelo, simulando remar en el mar mientras el escenario era envuelto por imágenes de truenos y relámpagos, creando uno de los momentos más memorables de la noche.
La energía del público se mantuvo en su punto máximo durante toda la actuación, mientras sonaban otros temas como “The Way of Vikings”, “Under the Northern Star”, “First Kill”, “Shield Wall”, “Raise Your Horns” y “Crack the Sky”. Finalmente, los dos dragones colapsaron, y apareció en todo su esplendor Jörmungandr, mientras sonaba la última canción de la noche, el clásico “Twilight of the Thunder God”. Hegg tomó su martillo vikingo para luchar simbólicamente contra la Serpiente de Midgard, representando una de las batallas más épicas de Thor.
Aunque la Arena Ciudad de México no alcanzó su capacidad total, con aproximadamente el 70% de asistencia, el fervor y la energía del público compensaron cualquier asiento vacío. Amon Amarth, con su devoción por la temática vikinga, demostró por qué son una de las bandas más queridas del death metal. La noche culminó con una ovación ensordecedora, mientras los asistentes aclamaban un espectáculo que será recordado como uno de los más épicos en la escena metalera de México.