A finales de los 90, el nu metal irrumpió como una bestia hambrienta en la escena musical, devorando todo a su paso: el thrash se tambaleaba, el grunge agonizaba y el metal tradicional buscaba oxígeno. Con su mezcla cruda de riffs pesados, ritmos sincopados y una actitud que oscilaba entre la rabia y el desenfado, el género se convirtió en el sonido dominante de una generación que sintonizaba MTV y reventaba las listas de Billboard. Bandas como Korn, Limp Bizkit y Slipknot encabezaron la carga, pero no estaban solas. Gigantes de otros rincones del metal, con carreras ya forjadas, miraron hacia ese terreno fangoso y decidieron meter los pies —o al menos intentarlo—. Este artículo explora a cinco colosos que, en plena fiebre de los 90, coquetearon con el nu metal, ya fuera por curiosidad, presión comercial o simple instinto de supervivencia.
El nu metal no era solo música; era un reflejo de la ansiedad juvenil, un collage sonoro que juntaba hip-hop, funk y metal en una licuadora sin manual de instrucciones. Para las bandas establecidas, subirse a esa ola significaba arriesgarse a alienar a sus seguidores más leales, pero también abrir la puerta a un público nuevo, ávido de algo visceral y directo. Lo que sigue es un recorrido por cinco nombres que, sin convertirse en abanderados del género, dejaron pistas claras de su flirteo con esa corriente. Todo lo dicho aquí está anclado en discos, declaraciones y el contexto de la época, sin especulaciones ni adornos innecesarios.
1. Metallica: El titán que tanteó el groove
Metallica dominaba el metal en los 80 con discos como Master of Puppets, pero en los 90 el panorama cambió. Load (1996) y Reload (1997) llegaron con cortes de pelo, camisas abiertas y un sonido que se desmarcaba del thrash veloz hacia algo más rítmico y accesible. Temas como “King Nothing” o “Fuel” traen riffs gruesos y un enfoque groove que, sin ser nu metal puro, huele a la misma vibra que bandas como Deftones estaban explorando. Lars Ulrich, en entrevistas de la época como las recogidas en el archivo de Kerrang!, admitió que querían probar texturas nuevas y conectar con la generación que llenaba festivales como Lollapalooza 1996. No se pusieron máscaras ni zapatillas anchas, pero el giro fue evidente.
2. Sepultura: Raíces que se ramificaron
Sepultura ya era un nombre pesado en el thrash y el death metal cuando lanzó Roots en 1996. El disco, grabado con Ross Robinson —el productor que moldeó el sonido de Korn—, es un puente directo al nu metal. Guitarras afinadas bajas, percusiones tribales y un feat con Jonathan Davis en “Lookaway” muestran cuánto se acercaron al estilo. Max Cavalera, en charlas posteriores como las documentadas en Revolver, dijo que Korn fue una chispa clave para ese giro. Roots no solo amplió su paleta sonora; también los puso en el radar de una escena que veneraba la intensidad cruda sobre la técnica virtuosa.
3. Pantera: El rugido que inspiró y se acercó
Pantera no necesitaba reinventarse en los 90; su groove metal ya era una máquina bien engrasada. Sin embargo, The Great Southern Trendkill (1996) lleva su sonido a un terreno más oscuro y sincopado, con cortes como “Drag the Waters” que podrían haber sonado en una playlist junto a Coal Chamber. Phil Anselmo y Dimebag Darrell nunca se declararon nu metaleros, pero su influencia en el género es innegable —pregúntenle a Deftones o Slipknot, que los citan como referencia constante—. En vivo, Pantera exudaba la misma energía confrontacional que definía a la nueva camada, y eso no era casualidad.
4. Anthrax: El experimento de los sobrevivientes
Anthrax, otro pilar del thrash, había jugado con el rap en “I’m the Man” mucho antes de que el nu metal fuera cosa seria. Para 1998, con Volume 8: The Threat Is Real, la banda dio un volantazo hacia un sonido más alternativo. “Inside Out” y “Crush” traen riffs pesados y un enfoque rítmico que encaja con lo que Limp Bizkit o P.O.D. estaban haciendo. John Bush, vocalista entonces, aportó una entrega más melódica que olía a modernidad. Aunque el disco no fue un éxito masivo, refleja un intento de sintonizar con el pulso de finales de los 90, cuando el thrash puro ya no llenaba arenas.
5. Megadeth: El riesgo que no cuajó
Dave Mustaine y Megadeth tomaron un camino extraño con Cryptic Writings (1997) y Risk (1999). El segundo, en especial, es un experimento que roza el rock alternativo y el nu metal light. “Crush ‘Em”, con su ritmo pegajoso y su aire de himno deportivo, fue un intento descarado de sonar en la radio junto a Korn o Papa Roach. Mustaine luego renegó del disco, pero en su momento, como revelan notas de prensa de Capitol Records de 1999, la idea era capturar a la audiencia joven que dominaba el mercado. No funcionó del todo, y los fans del thrash se sintieron traicionados, pero el coqueteo está ahí, grabado en vinilo.
Un capítulo pasajero, pero real
Estas bandas no se mudaron al nu metal para siempre, pero sus incursiones en los 90 muestran cómo el género permeó incluso a los titanes del metal. Algunas lo hicieron por estrategia, otras por pura curiosidad sonora. Lo que queda claro es que, en una década donde las reglas se rompían, nadie quería quedarse mirando desde la banca. Sus discos y shows de entonces son testigos de ese momento en que el metal se miró al espejo y decidió probarse una camiseta oversized.