El war metal no es un género para los tímidos. Es un puñetazo sonoro que mezcla la furia descontrolada del black metal primigenio con la densidad aplastante del death metal, todo envuelto en una producción que suena como si alguien hubiera arrojado una granada a un estudio de grabación. Nacido a finales de los 80 y principios de los 90, este estilo apuesta por el caos absoluto: blast beats que te atraviesan el cráneo, guitarras que parecen sierras oxidadas y voces que podrían surgir de un pozo de azufre. No hay espacio para florituras ni contemplaciones; aquí manda la guerra, literal y figurada. Si quieres sumergirte en este torbellino, estas cinco bandas son tu puerta de entrada: cada una aporta algo distintivo al sonido, desde sus cimientos hasta su evolución más brutal.
Blasphemy: Los arquitectos del asalto
En el panteón del war metal, Blasphemy no solo está en la cima, sino que prácticamente cavó las trincheras donde todo empezó. Formados en 1984 en Burnaby, Canadá, su debut Fallen Angel of Doom (1990) es el molde original: un black metal crudo mezclado con la agresividad del death metal, grabado con un sonido que parece surgir de un sótano inundado de gasolina. Canciones como “Ritual” o “Weltering in Blood” no buscan agradar; son ataques frontales que definen el género. Según el libro Black Metal: Evolution of the Cult de Dayal Patterson (2013), Blasphemy fue clave para establecer esa estética de máscaras de gas y cinturones de balas que aún resuena en la escena. Si comienzas aquí, entenderás por qué el war metal es más que ruido: es una declaración.
Conqueror: La guerra sin tregua
Si Blasphemy puso las bases, Conqueror las dinamitó para construir algo aún más salvaje. También canadienses y con miembros compartidos como Ryan Förster (alias R. Warfrost), este dúo lanzó War Cult Supremacy en 1999, un disco que suena como si el fin del mundo tuviera banda sonora. Temas como “Hammer of Antichrist” son pura metralla: blast beats que no descansan, riffs que te aplastan y una voz que parece escupir ácido. No hay pausas ni sutilezas; es un asalto de 30 minutos que te deja aturdido. La edición en vinilo de Hells Headbangers (2011) incluye notas que lo describen como “el siguiente paso lógico” del sonido de Blasphemy. Para quienes buscan el war metal en su forma más despiadada, Conqueror es obligatorio.
Bestial Warlust: El filo australiano
Desde Melbourne, Australia, Bestial Warlust llegó en los 90 con una propuesta que toma el caos del war metal y lo afila con un toque de grindcore. Su álbum Vengeance War ‘Till Death (1994) es un torbellino de velocidad y rabia, con cortes como “Blood and Valour” que te arrastran a un campo de batalla sónico. Formada por exmiembros de Corpse Molestation, la banda inyecta una energía casi punk a la fórmula, con una producción que privilegia los graves y un enfoque menos ritualista que sus pares del norte. El sello Modern Invasion Music relanzó el disco en 2005, consolidando su estatus como un pilar del género fuera de Canadá. Es una entrada ideal si te atrae la idea de un war metal más visceral y directo.
Archgoat: El ritual en la tormenta
Finlandia no se queda atrás, y Archgoat trae una perspectiva distinta al war metal. Activos desde 1989, su enfoque combina la brutalidad del género con un aire denso y casi litúrgico. Whore of Bethlehem (2006) es un punto de partida sólido: canciones como “Grand Luciferian Breath” mantienen los blast beats y los riffs trituradores, pero añaden una atmósfera que evoca altares profanados y velas negras. Según la biografía oficial en su sitio (archgoat.com), el trío busca “desatar el evangelio de Satanás” a través de su música, y se nota en cada golpe. No es tan caótico como Conqueror, pero su peso y su vibra oscura lo hacen esencial para entender las ramas menos ortodoxas del war metal.
Revenge: El legado llevado al extremo
Volvemos a Canadá con Revenge, una banda que recoge el testigo de Blasphemy y lo lanza al siglo XXI con una intensidad que roza lo inhumano. Liderados por James Read (baterista original de Conqueror), su álbum Triumph.Genocide.Antichrist (2003) es un martillo neumático de 40 minutos. Temas como “Blood of My Blood” son puro nihilismo: guitarras que suenan como alambre de púas y una batería que parece disparar ráfagas. Publicado por Osmose Productions, el disco se ha convertido en un referente moderno del género, con una producción algo más pulida pero igual de opresiva. Si quieres ver cómo el war metal sigue vivo y pateando, Revenge es tu boleto.
Un salto sin red
Estas cinco bandas no solo te abrirán la puerta al war metal, sino que te empujarán directo al abismo. Desde el ataque fundacional de Blasphemy hasta la furia contemporánea de Revenge, pasando por las variantes de Bestial Warlust y Archgoat, cada una ofrece un ángulo diferente de este estilo que no negocia ni se disculpa. Si decides explorarlas, hazlo con los parlantes al máximo y sin esperar piedad: el war metal no conoce otra forma de existir.