El metal, como cualquier forma de arte visceral, no siempre sale del horno con la forma que sus creadores imaginaron. A veces, las bandas se desvían por callejones oscuros: presiones de discográficas, experimentos que no cuajan, crisis internas o simples pasos en falso en la búsqueda de algo nuevo. El resultado son discos que, con el tiempo, terminan relegados al fondo del cajón, tocados poco o nada en vivo y mencionados con un dejo de incomodidad por quienes los parieron. No se trata de fracasos absolutos —muchos tienen su culto—, sino de capítulos que las propias bandas prefieren pasar por alto. Aquí van cinco casos donde el metal tropezó y sus artífices lo saben.
Pantera: Cuando el glam no era su guerra
Antes de que Pantera se convirtiera en el tanque de groove metal que aplastó los 90 con Cowboys from Hell, hubo una etapa que huele a laca y suena a riffs domesticados. Entre 1983 y 1988, con Terry Glaze al micrófono, sacaron Metal Magic, Projects in the Jungle, I Am the Night y Power Metal. Eran discos de pura fiebre glam, con portadas de ciencia ficción barata y un sonido que coqueteaba con el lado más brillante de los 80. Cuando Phil Anselmo llegó y el grupo giró hacia la brutalidad, esos trabajos quedaron como reliquias de un pasado ajeno. Vinnie Paul los despachó diciendo que eran “unos críos buscando su rumbo” en una charla con Loudwire en 2012, mientras Anselmo ha dejado caer que el Pantera real empezó con él. Nunca los reeditaron bajo su control ni los tocaron en vivo después del cambio. Son el eco de una banda que aún no sabía quién era.
Metallica: El grito crudo que no envejece bien
En 2003, Metallica estaba al borde del colapso: Jason Newsted fuera, peleas internas grabadas en Some Kind of Monster y un intento de volver al barro con St. Anger. Sin solos de guitarra, con una caja de batería que suena a cubo de metal golpeado y una producción que raspa los oídos, el disco divide aguas hasta hoy. James Hetfield lo ha justificado como un retrato honesto de ese caos, pero en 2011, hablando con Classic Rock, reconoció que no está entre sus favoritos y que algunas elecciones fueron apresuradas. Lars Ulrich también ha admitido sus esquinas sin pulir. En vivo, apenas lo tocan —“Frantic” o “Dirty Window” son rarezas en setlists—. Es un experimento que captura un momento, pero uno que Metallica parece querer recordar desde lejos.
Megadeth: El riesgo que no valió la pena
A finales de los 90, Dave Mustaine sintió la presión de un mundo donde el thrash ya no mandaba. Con Risk (1999), Megadeth viró hacia un terreno más suave, con guiños al rock alternativo y melodías que buscaban radios en lugar de cabezas bangueando. La discográfica quería un hit, y Mustaine cedió. El resultado fue un disco que descolocó a los leales y que él mismo ha llamado “un experimento que no funcionó” en una entrevista con Loudwire en 2016. No es que lo odie, pero admite que no debió doblegarse tanto. En directo, Risk es un fantasma; sus canciones no aparecen ni por error. Mustaine lo ve como una lección, no como un trofeo.
Celtic Frost: El tropiezo que quisieron borrar
Celtic Frost había tallado su nombre en el metal extremo con discos como Morbid Tales, pero en 1988 tomaron un desvío inexplicable. Cold Lake los vistió de glam, con cabello esponjado, riffs endulzados y una producción que traicionó todo lo que representaban. Tom G. Warrior, el cerebro detrás del grupo, no se anda con rodeos: lo ha descrito como “una abominación” y el error más grande de su vida en charlas con Decibel Magazine. Fue un intento de subirse al carro de los 80 comerciales que salió mal y rápido. La banda dio marcha atrás con Vanity/Nemesis y jamás miró atrás. Cold Lake es el patinazo que preferirían arrancar de su historia.
In Flames: El escape que no los llevó a casa
In Flames escribió las reglas del death metal melódico sueco, pero a principios de los 2000 empezaron a jugar con sonidos más accesibles. Soundtrack to Your Escape (2004) llegó con una producción brillante, menos rugidos y un aire que coqueteaba con el mainstream. No fue un desastre, pero tampoco el rugido que los fans esperaban. Anders Fridén, en una conversación con Metal Hammer en 2014, dijo que fue una transición donde “no todo salió como planeamos”. No lo desechan del todo, pero el disco rara vez asoma en sus shows, y la banda ha preferido volver a su esencia más cruda con el tiempo. Es como un puente que cruzaron, pero no para quedarse.