El sábado 17 de mayo de 2025, la noche en la Ciudad de México se tiñó de un azul espectral, como si la luna misma se hubiera rendido ante la llegada de Beherit, la mítica banda finlandesa de black metal que, tras más de tres décadas de existencia, pisó suelo mexicano por primera vez. El Foro Indie Rocks, un espacio íntimo con capacidad para 700 almas, se convirtió en el epicentro de un acontecimiento que trascendió lo meramente musical para transformarse en un ritual oscuro, crudo y profundamente enigmático. Organizado por Eyescream Productions, este concierto no fue solo un evento, sino una experiencia que marcó un hito para los devotos del black metal en México. La expectativa, que había crecido como una sombra desde el anuncio de la gira latinoamericana, se materializó en un sold out que desafió las dificultades de la escena local, donde incluso festivales de promotoras consagradas como The Metal Fest en Guadalajara ese mismo día enfrentaron problemas de asistencia.

Formada en 1989 en la gélida Rovaniemi, Finlandia, Beherit, cuyo nombre se deriva de la palabra siríaca para “Satanás” (aunque algunos cuestionan su autenticidad lingüística), irrumpió en la escena con un propósito claro: crear el black metal más primitivo, salvaje y obsesionado con el infierno imaginable. Bajo el liderazgo de Marko Laiho, conocido como Nuclear Holocausto Vengeance, la banda forjó un legado con demos como Seventh Blasphemy y Demonomancy, que sentaron las bases del sonido crudo y blasfemo que definiría el black metal finlandés. Su obra cumbre, Drawing Down the Moon (1993), es un pilar del género, con sus riffs hipnóticos, sintetizadores rituales y una atmósfera que evoca lo oculto en su forma más pura. Pero Beherit no es solo una banda; es una invocación sonora, un portal a lo primigenio que ha influido en el war metal, el bestial black y el ambient esotérico, entre otros subgéneros, manteniendo un aura de misterio debido a sus escasas presentaciones en vivo, especialmente fuera de Finlandia.

A las nueve en punto, el Foro Indie Rocks, abarrotado hasta el tope, se sumergió en una bruma densa. El escenario, iluminado por una luz azul monocromática que envolvía todo en un velo de penumbra, parecía más un altar que un lugar para un concierto. La banda, con Nuclear Holocausto Vengeance al frente, flanqueado por Sodomatic Slaughter en la batería, Abyss Twisted Baptizer en el bajo y Black Moon Necromancer of Hades en la guitarra, emergió sin fanfarrias ni discursos. No hubo interacción con el público, solo el sonido, crudo y directo, como dicta la esencia del black metal. Un intro largo de distorsión, cargado de un ambiente nublado, abrió el ritual, preparando a los asistentes para lo que vendría. Los primeros acordes de “Black Arts” retumbaron, con un riff lento y aletargado, un bajo contundente que resonaba en el pecho y un aire doom que marcó el tono sombrío de la noche.
El setlist, dominado por los temas de Drawing Down the Moon, fue un viaje a través de la discografía de Beherit, con guiños a su compilación seminal The Oath of Black Blood (1991), un lanzamiento que, aunque repudiado por Laiho por ser una mezcla no autorizada de su demo Demonomancy y el EP Dawn of Satan’s Millennium, sigue siendo un ícono del black metal primigenio. La segunda pieza, “Salomon’s Gate”, trajo el black metal tradicional en su forma más pura: voces saturadas, blast beats implacables y una transición inesperada hacia un ritmo black-n-roll que hizo que la audiencia, hasta entonces hipnotizada, comenzara a moverse. La tercera, “Nocturnal Evil”, irrumpió con distorsión cruda y una saturación vocal que cortaba como un cuchillo, manteniendo la intensidad antes de deslizarse nuevamente hacia un groove black-n-roll que recordaba la irreverencia de los compilados brasileños de los ochenta, como los de Sarcófago.
El concierto avanzó con “Sadomatic Rites”, una pieza lenta pero contundente, donde el bajo y la batería crearon una atmósfera densa, casi doom, que resonaba en los muros del foro. La quinta canción, “Grave Desecration”, evocó el espíritu del blackened thrash, con riffs que podrían haber salido de un sótano en Belo Horizonte en 1987. La energía de la audiencia creció, aunque el espacio abarrotado dificultaba el movimiento; aún así, algunos valientes intentaron un tímido mosh pit. “Witchcraft” llegó con un inicio dark ambient, platillos resonando como un eco lejano, antes de explotar en un riff saturado que mutó en un ritmo que recordaba el “Orgasmatron” de Motörhead, desatando el primer mosh pit verdadero de la noche. La gente respondió al cambio de tiempo, y el ambiente se volvió más visceral.
La séptima canción, “Unholy Pagan Fire”, abrió con un sintetizador electrónico que parecía invocar un ritual pagano, antes de sumergirse en un doom repetitivo que, de pronto, aceleró hacia un black-n-roll frenético. La atmósfera, potenciada por el humo que llenaba el escenario, era casi asfixiante, pero nadie quería moverse. “The Gate of Nanna”, uno de los himnos más esperados, desató una reacción extática entre los fans. Su riff hipnótico, combinado con la voz susurrante de Nuclear Holocausto, creó un momento de comunión oscura, como si el público y la banda estuvieran conectados por un hilo invisible. La novena, “Lord of Shadows and Goldenwood”, comenzó con un intro que evocaba fuego y brasas ardiendo, seguido de riffs largos y distorsionados que alternaban entre el doom y el black-n-roll.
El clímax llegó con “All in Satan”, un golpe directo de blast beats y saturación vocal que se convirtió en un canto colectivo, con el público coreando “Hail Satan!” en un éxtasis primitivo. La última pieza, “Pagan Moon”, del álbum Engram (2009), cerró la noche a las 10:20 con una mezcla de dark ambient y distorsión que dejó a todos en un estado de trance. La banda, fiel a su ethos, abandonó el escenario sin despedidas, dejando que la música hablara por sí sola.

Este concierto fue un momento histórico para el black metal en México. Beherit, que en los noventa protagonizó la “Guerra Oscura” entre las escenas finlandesa y noruega con bromas pesadas y rivalidades que marcaron una época, demostró por qué sigue siendo una fuerza viva en el género. Su regreso a los escenarios en 2024, tras 32 años de ausencia, y su gira latinoamericana, con paradas en Quito, Bogotá, Santiago y São Paulo, han reafirmado su estatus como pioneros. La luz azul, la falta de cámaras profesionales (una exigencia de la banda para preservar la mística), y la ausencia de adornos teatrales crearon una experiencia pura, donde la música fue la protagonista absoluta.
Mientras los asistentes salían del foro, muchos aún procesaban lo que habían vivido. Afuera, entre cervezas y puestos de merchandising, se escuchaban comentarios sobre la intensidad del show y la sorpresa de haber presenciado a una banda que parecía atrapada en el tiempo. La promesa de un segundo concierto el 27 de septiembre de 2025, en el evento “Destruyendo México” organizado por Last Nightmare y NWN, ya genera expectativa. Beherit no solo tocó; invocó algo más profundo, algo que resonará en los corazones de los 700 afortunados que estuvieron allí, bajo la bruma azul, en una noche que México no olvidará.
