Cuando el metal comienza a sonar, no hay espacio para el silencio: las guitarras cortan el aire como si fueran herramientas de un taller clandestino, moldeando algo crudo y vivo. Hablar de los mejores guitarristas del género no es solo cuestión de velocidad o destreza, sino de cómo sus manos han dado forma a las corrientes que atraviesan décadas. Este reportaje no busca coronar a nadie ni repetir los lugares comunes de siempre; en cambio, explora cinco bandas donde las seis cuerdas han dictado reglas, roto moldes y empujado el sonido a territorios que nadie esperaba.
La selección parte de un criterio claro: no se trata solo de quién toca más rápido o acumula más notas por segundo, sino de cómo estos músicos han escrito capítulos enteros en la evolución del metal. Desde los cimientos del género hasta las fronteras del virtuosismo técnico, cada banda aquí representa una forma distinta de entender la guitarra. Son nombres que cualquier seguidor del metal conoce, pero que vale la pena revisitar por lo que sus guitarristas aportan al sonido colectivo, ya sea a través de riffs que resuenan como martillos o solos que serpentean entre las canciones como si tuvieran vida propia.
Megadeth: Dave Mustaine y Marty Friedman
Empecemos con Megadeth, una máquina de thrash que no solo sobrevivió a la sombra de gigantes, sino que talló su propio camino con precisión quirúrgica. Dave Mustaine no necesita demostrar nada: sus riffs en “Holy Wars… The Punishment Due” son como alambres de púas que sostienen la canción mientras todo a su alrededor se desmorona. Luego está Marty Friedman, quien durante su tiempo en la banda —especialmente en Rust in Peace de 1990— trajo una sensibilidad melódica que contrastaba con la furia de Mustaine. Sus solos no eran solo adornos; eran declaraciones, como en “Hangar 18”, donde las notas parecen girar en espirales imposibles. Juntos convirtieron a Megadeth en un laboratorio de ideas que el thrash no había explorado antes.
Iron Maiden: Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers
Pasemos a Iron Maiden, donde las guitarras no son solo un instrumento, sino una conversación constante. Dave Murray lleva años tejiendo líneas melódicas que podrían sostenerse solas como canciones, como se escucha en “The Trooper”. Adrian Smith, por su parte, equilibra esa fluidez con una capacidad para aterrizar riffs que golpean directo, mientras Janick Gers aporta una energía que hace que los shows en vivo se sientan como un torbellino. Lo que los distingue es su juego de armonías duales y triples, una técnica que perfeccionaron en discos como Powerslave de 1984. No inventaron el heavy metal, pero le dieron un lenguaje que sigue resonando en escenarios del mundo.
Slayer: Kerry King y Jeff Hanneman
Slayer no pide permiso ni se detiene a explicar. Kerry King y Jeff Hanneman construyeron un sonido que parece salir de un motor a punto de colapsar, y eso es exactamente lo que los hace esenciales. Hanneman, fallecido en 2013, escribió riffs como los de “Angel of Death” que no solo definieron el thrash, sino que lo llevaron a un borde más oscuro y visceral. King, con sus solos que suenan como si alguien hubiera soltado una motosierra en el estudio, complementaba esa visión. En Reign in Blood de 1986, ambos mostraron que la guitarra podía ser un arma, no solo un medio para melodías bonitas.
Dream Theater: John Petrucci
En Dream Theater, John Petrucci no toca la guitarra: la disecciona y la reconstruye. Este quinteto de metal progresivo debe gran parte de su identidad a cómo Petrucci aborda cada canción, ya sea en los cambios de tiempo de “Metropolis Pt. 1” o en los momentos más suaves de “The Spirit Carries On”. Su enfoque viene de una mezcla de estudio obsesivo y una curiosidad que lo lleva a juntar escalas exóticas con estructuras que desafían la lógica. Desde Images and Words de 1992, Petrucci ha sido el faro de una generación de guitarristas que ven el metal como un lienzo sin límites, y por eso Dream Theater está aquí.
Black Sabbath: Tony Iommi
Y luego está Black Sabbath, donde todo empezó. Tony Iommi no solo tocó la guitarra; inventó la manera en que el metal respira. Después de perder las puntas de dos dedos en un accidente industrial, adaptó su forma de tocar con afinaciones más bajas, creando riffs como los de “Paranoid” o “Iron Man” que suenan como si el suelo se abriera bajo tus pies. En discos como Master of Reality de 1971, Iommi demostró que no hacían falta florituras para transmitir peso: sus notas eran pocas, pero cada una caía como un bloque de concreto. Sin él, el metal no tendría su ADN.
Por qué estas cinco
La elección de estas bandas no es arbitraria. Megadeth representa el thrash en su forma más cerebral; Iron Maiden, la tradición del heavy metal llevada a otro nivel; Slayer, la intensidad sin concesiones; Dream Theater, la exploración técnica que expande horizontes; y Black Sabbath, el origen de todo. Cada guitarrista aquí ha cambiado la forma en que entendemos el instrumento dentro del metal, ya sea por su manera de componer, de tocar en vivo o de enfrentarse a las limitaciones de su tiempo. No son los únicos, claro, pero son un punto de partida sólido para cualquiera que quiera entender por qué las guitarras siguen siendo el corazón de este género.