En 1993, Bergen, Noruega, se convirtió en el epicentro del black metal más crudo. Mayhem, la banda que definió el género, entró al Grieghallen Studio para grabar De Mysteriis Dom Sathanas, un disco que sigue siendo leyenda. Pero esa noche, el proceso fue más allá de guitarras y gritos: un cuervo muerto irrumpió en la escena. No es un cuento inventado; es una historia que flota en el underground, respaldada por quienes vivieron el caos del black metal noruego.
El estudio ya era un campo de batalla. Euronymous, el cerebro tras Mayhem, llegaba con su obsesión por lo macabro, mientras Attila Csihar, recién incorporado, traía una voz que parecía arrancada de un ritual. Hellhammer golpeaba la batería como si quisiera derrumbar las paredes. Entonces, alguien —quizá un roadie, quizá un fanático— trajo el cadáver del cuervo. Según relatos recopilados en Black Metal: Evolution of the Cult de Dayal Patterson (2013), lo colgaron cerca de los micrófonos. El olor a plumas podridas llenó el aire, y lejos de parar, la banda lo abrazó. Euronymous rasgueó con más veneno, Attila gruñó más hondo, y el sonido de De Mysteriis tomó un filo que no se explica solo con técnica.
El ingeniero Pytten, testigo de esas sesiones, ha dicho que trabajar con Mayhem era como lidiar con una tormenta. No confirma el cuervo en entrevistas, pero el mito encaja con la banda que guardaba trozos del cráneo de Dead y quemaba iglesias en su tiempo libre. ¿Realidad o exageración? Tal vez ambas. Lo cierto es que Freezing Moon y Pagan Fears tienen una atmósfera que apesta a muerte, y esa noche en Grieghallen dejó un eco imborrable en el black metal.
Busca De Mysteriis Dom Sathanas y escucha. Si cierras los ojos, casi puedes oler las plumas. Mayhem no grabó un disco; forjó un pedazo de historia oscura.