Cuando el nu metal irrumpió a finales de los 90, México era un terreno complicado para un género tan visceral y foráneo. El rock local aún cargaba el peso de sus raíces melódicas y contestatarias, mientras la radio apostaba por fórmulas más accesibles. En ese panorama, un sonido nuevo empezó a colarse: guitarras saturadas, ritmos entrecortados y letras que no pedían permiso para gritar. Desde Monterrey, una ciudad más conocida por su industria que por su escena musical, un grupo comenzó a moldear ese estilo con un enfoque que no solo lo adaptaba, sino que lo hacía hablar con voz propia.
Resorte apareció en 1995, justo cuando el mundo empezaba a prestar atención a lo que pasaba en California con bandas como Korn o Deftones. Lo que trajeron no fue una copia: tomaron los elementos del nu metal y los cruzaron con el pulso de un país en transición, donde el fin de siglo traía más preguntas que respuestas. Su historia no termina en esa época; en 2024, con un disco nuevo y una gira que cruza fronteras, refuerzan su lugar como la banda mexicana que mejor ha llevado ese género, un argumento que se sostiene en lo que hicieron entonces y en lo que hacen ahora.
Todo comenzó con República de ciegos (1997), un debut que llegó en el instante preciso. “América” mezclaba riffs pesados con un flow que rimaba en español, y pronto se coló en MTV Latinoamérica, un canal que en esos años era el árbitro de lo que sonaba en la región. Ese video no solo los puso en pantallas de Tijuana a Santiago; les dio un alcance que pocos actos mexicanos podían reclamar. Hablaban de desigualdad y enojo en un momento en que esas palabras resonaban fuerte, y lo hacían con un lenguaje que no necesitaba subtítulos para llegar. En un país donde el rock en español aún peleaba por definirse, Resorte encontró un hueco y lo llenó con algo que se sentía urgente.
En vivo, también dejaron su marca. Tocaron con Limp Bizkit y Papa Roach en una época en que el nu metal llenaba arenas, mostrando que podían pararse frente a los nombres grandes sin titubear.
En México, sus letras chocaron con los filtros de la censura —“América” fue señalada por su crítica directa—, pero eso no los frenó: al contrario, los acercó a quienes buscaban algo que reflejara su propia incomodidad. Comparados con Molotov, que abarcó un espectro más amplio del rap metal y se volvió un fenómeno masivo, o Plastilina Mosh, que solo rozó el nu metal antes de girar hacia otros rumbos, Resorte se mantuvo en esa línea de guitarras densas y actitud directa, sin diluirse en experimentos que los alejaran del género.
El 2024 los trajo de vuelta con fuerza. Tras la muerte de Gustavo “Tavo” Limongi en 2020 y años de pausa, lanzaron República Zombie, un álbum de 12 canciones producido por José Macario, quien también asumió la guitarra. Grabado en espacios improvisados como Airbnbs, el disco junta su sonido original con toques de rap y trap, un giro que no se siente forzado. Sencillos como “Zombie” (2022), “Modo Bestia” (2023) y “Todos de Pie” (2024) marcaron el camino, dejando claro que no venían a repetir, sino a avanzar. No es un regreso que viva solo del pasado; es un paso que los planta en el presente, dialogando con un público que incluye tanto a los de entonces como a los que apenas los descubren.
Sus planes en vivo este año confirman esa energía. Aunque el Festival Coloso en la Ciudad de México, donde estaban programados para mayo, se canceló por problemas logísticos, Resorte no se quedó quieto. Tocaron en Guadalajara el 11 de abril y en Monterrey el 2 de mayo, y cruzaron al Aftershock Festival en Sacramento, California, del 10 al 13 de octubre, compartiendo cartel con Slayer y Slipknot. Hay fechas pendientes en Nicaragua, Costa Rica y más ciudades de Estados Unidos antes de cerrar el 2024, un calendario que los pone frente a públicos nuevos y viejos por igual. No es solo una gira; es una declaración de que siguen en el juego, y de que el nu metal, en sus manos, no es un cadáver de los 90.
El entorno mexicano explica parte de su peso. El nu metal no tuvo aquí el mismo terreno que en Estados Unidos, donde las disqueras firmaban bandas a diestra y siniestra y el género se volvió un monstruo comercial. En México, el rock seguía anclado a su pasado —piensa en Caifanes o El Tri— y el pop mandaba en las listas. Que Resorte lograra abrirse paso en los 90, cuando el género era un intruso, y que ahora regrese con un disco y giras, muestra su capacidad para navegar esas aguas. No tenían el respaldo de una maquinaria como la de allá; lo que tenían era un sonido que caló por su cuenta, y una base de fans que no los soltó.
Más allá de los discos y los shows, hay algo en cómo Resorte manejó su identidad. Nunca intentaron ser otra cosa: no se fueron al pop ni al rock alternativo cuando el nu metal empezó a perder fuerza globalmente. Se mantuvieron en su carril, y eso les dio una coherencia que otros perdieron. QBO, por ejemplo, otra banda mexicana que coqueteó con el género, tuvo momentos brillantes como Aire (2004), pero su impacto se diluyó con el tiempo. Resorte, en cambio, mantuvo su núcleo intacto, y ese enfoque los hace destacar cuando se mira el panorama completo.
Entonces, ¿qué hace a Resorte la banda mexicana de nu metal más importante? Su debut los puso en el mapa con MTV, sus giras los llevaron a escenarios globales, sus letras enfrentaron censura y ganaron seguidores, y hoy, con República Zombie y shows en dos continentes, demuestran que no son solo un recuerdo. Los hechos —discos vendidos, fechas tocadas, el eco que dejaron y el que están creando— los respaldan. Resorte no solo marcó la historia del género en México; la está estirando hacia el presente, y eso no es algo que cualquier banda pueda decir.
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