El rock en México ha atravesado múltiples desafíos a lo largo de su historia, pero pocas veces enfrentó una censura tan contundente como la que impuso el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). En un periodo marcado por la represión política y social, el entonces presidente implementó una serie de medidas que marginaron al rock de la esfera pública, restringiendo su difusión en medios de comunicación y prohibiendo conciertos en grandes recintos.
Esta política represiva no fue un hecho aislado, sino una respuesta directa a la creciente contracultura juvenil y, en particular, a lo ocurrido en el Festival Rock y Ruedas de Avándaro, celebrado en septiembre de 1971. Considerado el “Woodstock mexicano”, este evento fue estigmatizado por las autoridades y los medios de comunicación, lo que derivó en una política gubernamental que prácticamente soterró al rock en el país durante varios años.
El contexto: represión y control cultural
El sexenio de Luis Echeverría estuvo marcado por una política de control y censura que se extendió a diferentes sectores. En el ámbito político, su gobierno es recordado por la represión de movimientos estudiantiles y disidentes, con eventos como el halconazo del 10 de junio de 1971, donde un grupo paramilitar atacó una manifestación estudiantil en la Ciudad de México.
Dentro de este esquema de vigilancia y control social, el rock fue identificado como una amenaza a los valores tradicionales y al orden público. La juventud mexicana comenzaba a adoptar influencias de la contracultura estadounidense y europea, con estilos de vida que desafiaban las normas establecidas. Para el gobierno, este fenómeno representaba un riesgo, por lo que tomó medidas drásticas para neutralizarlo.
El Festival de Avándaro: el detonante de la censura
Los días 11 y 12 de septiembre de 1971, en el municipio de Valle de Bravo, Estado de México, se llevó a cabo el Festival Rock y Ruedas de Avándaro, un evento que congregó entre 250 mil y 300 mil asistentes, una cifra sin precedentes en la historia del rock en México.
El festival, que en un inicio fue planeado como una carrera de autos con música en vivo, terminó convirtiéndose en un espacio de expresión juvenil, donde los asistentes disfrutaron de presentaciones de bandas como Three Souls in My Mind, El Ritual, Peace & Love y Dug Dug’s, entre otras. Sin embargo, más allá de la música, el evento fue señalado por elementos que escandalizaron a sectores conservadores y al gobierno:
Algunos asistentes fueron fotografiados desnudos.
Se documentó el consumo de marihuana.
Hubo expresiones de inconformidad contra el gobierno.
Algunos músicos usaron palabras altisonantes en el escenario.
La organización del evento presentó fallas, como la escasez de agua.
Estas circunstancias bastaron para que Avándaro fuera satanizado en los medios de comunicación y utilizado como pretexto para una ofensiva gubernamental contra el rock. La Secretaría de Gobernación, a cargo de Mario Moya Palencia, se refirió a los asistentes como “traidores a la patria” y desató una campaña de desprestigio contra el festival y sus organizadores, entre ellos el productor Luis de Llano.
Las medidas contra el rock: censura en radio y conciertos
Dos años después de Avándaro, en 1973, el gobierno de Luis Echeverría implementó una prohibición que afectó directamente a la escena rockera del país:
Se penalizó a las estaciones de radio que transmitieran rock en inglés o español, lo que llevó a la reducción drástica de su presencia en los medios de comunicación.
Se prohibieron los conciertos de rock en grandes recintos, restringiendo su difusión al ámbito clandestino.
Esta censura generó un exilio forzado del rock hacia espacios alternativos, conocidos como hoyos fonky, lugares improvisados en bodegas, vecindades y patios traseros donde las bandas podían tocar sin temor a ser reprimidas. Estos espacios se convirtieron en la única opción para la música en vivo, pero operaban en condiciones precarias y sin garantías de seguridad.
Las consecuencias: una escena subterránea
La censura impuesta por el gobierno de Echeverría tuvo un impacto profundo en el desarrollo del rock en México. A diferencia de otros países donde el género evolucionó con el apoyo de la industria musical y los medios, en México quedó relegado a la marginalidad durante buena parte de los años 70 y principios de los 80.
Muchas bandas que habían participado en Avándaro enfrentaron dificultades para seguir activas. Algunas desaparecieron, mientras que otras sobrevivieron en circuitos underground. El control gubernamental sobre la industria del entretenimiento fue tal, que incluso la televisión evitó cualquier referencia al rock, dando prioridad a géneros musicales considerados “seguros” para la juventud.
Este periodo de represión no se revirtió sino hasta la llegada de los años 80, cuando el rock mexicano comenzó a resurgir con nuevas bandas y un renovado interés del público. Sin embargo, la censura de los 70 dejó una huella indeleble en la historia del género en el país.
Conclusión
El gobierno de Luis Echeverría se caracterizó por una fuerte represión social, y el rock no fue la excepción. La censura impuesta en los años 70 no solo marginó al género, sino que también retrasó su evolución en México, obligándolo a desarrollarse en la clandestinidad.
Aunque con el tiempo el rock recuperó su lugar en la escena musical, el veto gubernamental de esa época sigue siendo un recordatorio de la relación tensa entre la música y el poder. La historia de Avándaro y la posterior prohibición del rock en México reflejan cómo la cultura puede convertirse en un blanco de represión cuando desafía los intereses de quienes están en el poder.
Hoy, con una escena consolidada y un público diverso, el rock en México ha superado aquel periodo de censura, pero su historia sigue siendo una advertencia sobre los peligros de la intolerancia hacia la libre expresión artística.