- Texto: Braulio Carbajal y Yussel Barrera
- Fotografías: Johanna Malcher
León, la ciudad del cuero y el calzado, se convierte en la catedral del metal extremo cada septiembre, cuando el Candelabrum Metal Fest abre sus puertas al caos y la brutalidad sonora. Este 2024 no fue la excepción: miles de almas vestidas de negro se reunieron en el Bajío de México para rendir culto a los dioses del metal en un fin de semana que dejó cuerpos destrozados en el mosh, cuerdas vocales deshechas y memorias tatuadas en la piel de quienes sobrevivieron.
Lo que comenzó hace tres años como una promesa incierta en la escena underground mexicana, se ha consolidado como el festival más brutal del país, atrayendo hordas de fanáticos de todas partes no sólo de México, sino de toda Latinoamérica y hasta de Estados Unidos, listos para sacrificar todo por unas horas de riffs, blast beats y gritos que resuenan hasta las entrañas.
La Velaria de la Feria en León fue testigo de un desfile de leyendas y bandas emergentes que no dieron tregua. Entre el calor del pavimento (menor al de las ediciones pasadas) y la furia de los amplificadores, el Candelabrum no solo celebró su tercera edición, sino que encendió una llama que promete arder hasta el fin de los tiempos… o hasta que el último riff se toque. Aquí no hubo descanso ni piedad, sólo pura violencia sonora, como debe ser.
El inicio de las hostilidades (Día 1 del Candelabrum Metal Fest)
Cuando el sol se encontraba a la mitad de su recorrido por el cielo de Guanajuato, la banda mexicana Phantom desató el infierno con su implacable speed metal. Pese a la temprana hora, la banda jalisciense se encargó de encender la chispa que poco a poco se convertiría en el infierno del Candelabrum. La adrenalina corría entre el ya nutrido público cuando la banda queretana Devil ‘s Whiskey tomó el relevo. Con un doom metal hipnótico, su líder César Tarelo nos guió a través del oscuro ritual de A ritual of eyes y otros temas con olor a muerte, preparando a los asistentes para lo que sería una jornada de brutalidad.
El metal mexicano volvió a brillar a las 13:30 horas con la llegada de In Obscurity Revealed, quienes, fieles a su nombre, revelaron la oscuridad absoluta sobre el escenario. Con su black metal crudo, desataron la furia contenida de los asistentes. Apenas nos recuperábamos de su embestida cuando los canadienses de Spell lanzaron su hechizo, coreados por la multitud al ritmo de I Put a Spell on You. Su heavy metal nos sacó del trance oscuro y nos llevó a un terreno más melódico.
La tercera edición del Candelabrum Metal Fest apenas comenzaba, pero el flujo de los asistentes que no dejaba de llegar era presagio de un buen augurio, lo que en conferencia de prensa dentro del festival confirmó el organizador del evento Kezhia Quintero, al asegurar que la entrada de este año fue 30 por ciento superior a la de 2023, misma en la que superó la de 2023. “Si pudiera pedir un deseo sería que el Candelabrum fuera eterno y que siempre tuviera éxito”, dijo el también productor frente a medios.
En en recinto, la fiesta metalera continuaba con Sedimentum, banda de death metal californiana que sustituyó de último momento a Aura Noir. No defraudó, con su death metal crujiente demostró que estaban a la altura del reto, preparando el terreno para el virtuosismo sueco de Gates of Ishtar. Los nórdicos trajeron una dosis de death metal melódico que resonó con perfección entre los presentes.
La tarde avanzaba y el calor se hacía sentir, pero Archgoat no mostró piedad. Desde Finlandia, con problemas técnicos resueltos, su death/black metal nos aplastó sin misericordia, en lo que fue, hasta ese momento, la mejor presentación del día. Sorcerer trajo un respiro, si es que así puede llamarse a su doom metal épico. Pero al caer el sol, fue el turno de los alemanes de Cruel Force, que con un poderoso “¡A huevo pendejos!” Dejaron claro que su thrash/black sería un punto álgido en el festival, aun cuando Slaughter, uno de sus guitarristas no pudo acompañarlos.
Los encargados de suplir al alemán fueron guitarristas mexicanos de las bandas Ash Nazg Burz y Phantom, quienes pusieron en alto el nivel del metal mexicano.
Picture, leyenda de la NWOBHM, cerró con broche de oro la primera parte de la jornada, trayendo nostalgia y riffs clásicos que nos hicieron recordar la grandeza del heavy metal. Pero el verdadero clímax llegó con Saturnus y su funeral doom, llenando el ambiente de un espesor que casi podía cortarse con un cuchillo. La muerte misma parecía pasearse entre los asistentes cuando los daneses tocaron The Storm Within, canción que da título a su aclamado álbum del 2023. Su presentación fue como si el tiempo se detuviera, y se moviera al ritmo de la lenta oscilación de la cabellera de los músicos. El de Saturnus fue uno de los mejores actos del festival, y si se lo perdieron o se quedaron con ganas de más, desde ya les podemos confirmar que los daneses llegarán a México en solitario en 2025.
El escenario estaba listo para lo que sería una brutalidad desmedida: Terrorizer. El caos estalló cuando el primer riff de su álbum “World Downfall” tronó en la Velaria, desatando el moshpit más brutal del día. Brian Werner, con su grito de “¡Que se joda la policía!”, nos llevó a los extremos de la locura. Y es que la banda californiana se presentó en el Candelabrum Metal Fest con un set especial de su álbum debut de 1989, gracias a que en la alineación de esa noche estaban integrantes de ese monumental trabajo: Pete Sandoval en la batería y David Vincent en el bajo. La interpretación fue mostruosa, al igual que el show visual que presentaron, resaltando un esqueleto hecho con cadenas de metal y adornado con un cráneo de hueso. Después de Terrorizer, todo había quedado demolido a base de brutalidad.
Pero si creías que la intensidad no podía subir más, Dismember cerró la jornada comenzando con un estruendoso intro de The Ides of March de Iron Maiden, para luego dejar a los asistentes sin aliento con temas como Override of the Overture, Soon to Be Dead o Life – Another Shape of Sorrow, recordándonos por qué son una leyenda del death metal sueco. La infernal voz de Matti Kärki nos llevó a lo más profundo del inframundo. Así terminó el primer día, pero la llama aún ardería con más intensidad.
Día 2 – La llama sigue viva
Con tan sólo tres ediciones, el festival Candelabrum Metal Fest se ha consolidado como uno de los eventos más destacados del metal. Músicos que han participado lo describen como un festival de calibre internacional, sin nada que envidiar a los más grandes del mundo. Su esencia radica en el respeto equitativo hacia todas las bandas, ninguna sobresale por encima de otra, ya que todas cuentan con el mismo equipo de audio de alta calidad. Además, los horarios se respetan con precisión cronométrica, evitando retrasos, algo que el público agradece enormemente. Como en ediciones anteriores, tanto el sonido como la logística fueron impecables.
Todo lo anterior, aunque parece sencillo, es en realidad un sello invaluable que crea una atmósfera festiva, no sólo para el público, sino también para las bandas. No es casualidad que numerosos integrantes de las agrupaciones se mezclaran entre los asistentes, como James McBain, conocido como Hellripper, quien desde el primer día se paseó por la explanada de La Velaria, tomándose fotos y conversando con cualquiera que se le acercara. Lo mismo sucedió con los miembros de Picture, quienes compartieron con el público en las mesas de comida, y los alemanes de Cruel Force, que anduvieron por el recinto con su “nuevo integrante temporal”, el joven guitarrista de la banda mexicana Phantom.
En ese ambiente de festividad, después de un primer día brutal, la segunda jornada prometía más devastación. Con bastante público para ser apenas medio día, la banda local Matalobos fue la primera en prender la mecha. Con su death/doom cargado de simbolismo mexicano, dejaron ver nuevo material del que será su próximo álbum, “Phantasmagoria hexed lands”, basado en las leyendas de Guanajuato. Su actuación fue pletórica, dejando claro su lugar como una de las mejores bandas de metal mexicano. A las 12:45, los orcos de Ash Nazg Burz invadieron la Velaria con su black metal inspirado en El Señor de los Anillos. Su presentación fue devastadora, como si Sauron mismo dirigiera el ataque.
La última banda mexicana en subir al escenario del Candelabrum Metal Fest fue Question. Los queretanos ofrecieron un death metal de la vieja escuela que dejó una fuerte impresión, cerrando con broche de oro la participación de las bandas nacionales. En esta edición, quedó claro que las agrupaciones mexicanas no tienen nada que envidiar a las escenas internacionales, y con el mismo nivel de sonido, lo demuestran sin duda. Como mencionó César Tarelo, vocalista de Devil ‘s Whiskey, durante una conferencia en el marco del festival: “Es momento de acabar con el malinchismo” y reconocer lo que se está haciendo dentro del país.
Así se vivió en imágenes el Candelabrum Metal Fest:
Muy pronto en el día, apareció el doom de Bell Witch. La principal incógnita alrededor de los de Washington era qué set interpretarían, pues prácticamente todas sus canciones superan la hora de duración. La solución fue sencilla: interpretar el primer cuarto de The Clandestine Gate, el único tema de su último álbum llamado “Future’s Shadow Part 1: The Clandestine Gate”, que con una sola pieza alcanza la hora con 23 minutos. Fueron exactamente 33 minutos hipnotizantes, en los que al terminar, el público coreo: “otra, otra, otra”. Pero el tiempo nunca es suficiente para esta banda.
Desde Los Angeles llegó el turno de Whiterfall encabezados por el virtuoso Jake Dreyer, ex Iced Earth, pero el verdadero acto de brutalidad se dio justo después, con Pungent Stench. Desde Austria, Don Cochino y compañía desataron una carnicería con ese death metal apestoso que ofrece una rara mezcla entre gore, parafilia y comedia negra. Fue un manjar auditivo.
Era momento de que el doom épico volviera a retumbar en el festival, y para eso apareció Pagan Altar, quienes elevaron los decibeles bajo un sol implacable. Mientras algunos se refugiaban de los rayos, otros se sumergían en la atmósfera densa y nostálgica que ofrecían los ingleses. Pero la verdadera carnicería llegó cuando Tulus, con su black metal noruego, nos golpeó sin misericordia.
El cierre del festival fue apoteósico. Hellripper, desde Escocia, ofreció un infernal speed metal que convirtió la Velaria en un auténtico pandemónium, con brutales mosh-pits que no pararon desde el arranque con Nunfucking Armageddon 666 hasta el vertiginoso final con Bastard of Hades. Con un carisma brutal, el sueco de apenas 22 años se ganó al público con su constante interacción y energía sobre la tarima. Parece pronto, pero todo apunta a que presenciamos a una futura leyenda del metal extremo. Tiempo al tiempo.
A medida que el sol desaparecía, como sincronizado con el tiempo, apareció el depressive black metal de Psychonaut 4, que ante la ausencia de su vocalista Graf, presentó a un remplazo de lujo: Lord Lokhraed, vocal de Nocturnal Depression, toda una institución en este peculiar subgénero. Su voz, junto con los acordes punzantes, erizó la piel de más de uno.
Para sumergirnos más en el trance, los islandeses de Sólstafir nos congelaron el alma con su post-metal atmosférico. Aðalbjörn Tryggvason, su vocalista, interactuó con el público, creando uno de los momentos más memorables del Candelabrum al subirse a la valla que dividía al público, para posteriormente cantar mientras avanzaba y daba a mano a cada uno de los que estaban en primera fila. Aunque hubo pequeños inconvenientes con el sonido, era imposible que la piel no se enchinara con temas tan emocionales como Ótta o Fjara.
Y entonces, la oscuridad total. Gorgoroth, la indiscutible leyenda del black metal salió al escenario en un mar de humo y luces rojas, imponiendo su ley: la muerte. Los noruegos se apoderaron del recinto, dejando a los asistentes atónitos ante su brutalidad, no había tregua en sus riffs, cortantes y punzantes dando vida a temas como Bergtrollets Hevn, Aneuthanasia, Blood Stains the Circle, Destroyer, Incipit Satan, Unchain My Heart!!!, entre otros. Si bien Infernus es el único miembro original restante y su espectáculo visual está lejos de aquel mítico concierto en Cracovia en el que la banda exhibió cabezas de ovejas en estacas, sangre de oveja, símbolos satánicos y modelos reales desnudos crucificados en el escenario, su interpretación estuvo a la altura de sus mejores tiempos. La actuación de Gorgoroth fue tan brutal que el éxtasis del público estaba a tope, cuando aún faltaba el acto final.
El broche de oro del festival estuvo a cargo de Exodus. Liderados por Steve Souza y Gary Holt, nos recordaron por qué el thrash de la Bay Area sigue siendo imparable. El inicio de los de San Francisco no podía ser otro que Bonded by Blood, la canción que da nombre a ese mítico álbum debut de 1984, cuando el thrash metal estaba en su apogeo, para luego seguir con otros como Blood In, Blood Out, And Then There Were None, Body Harvest, Deathamphetamine y A Lesson in Violence.
La fiesta estaba por concluir, pero el mosh seguía siendo empujado por esa mítica energía que crea el thrash. Tras un momento de calma, el riff de Raining Blood, un clásico de Slayer, amagó con sonar, pero fue The Toxic Waltz la que apareció en escena y desató la locura total, al tiempo que el público se lanzó de nuevo frenéticamente a los diferentes moshpits sobre la Velaria que no dejaron de girar y cantar.
Strike of the Beast fue la canción con la que Exodus se encargó de cerrar la tercera edición de una fiesta pagana celebrada en lo más recóndito del metal extremo. Y mientras alguien del público cargó con una silla como “recuerdo”, el festival nos despidió con un cartel que decía: “GRACIAS, NOS VEMOS EN EL 2025”, una frase que promete que la llama se volverá a encender el año que viene, más brillante y más brutal. ¡Nos vemos en el infierno!