En las profundidades de la Ciudad de México, bajo el manto de la noche del 17 de marzo, el Gato Calavera se erigió como un templo de culto al metal extremo. Azermedoth Records, conocido por convocar a las almas sedientas de riffs desgarradores y voces desafiantes, prometió una velada de invocación a la muerte, y vaya que cumplió.
La cita era a las cinco de la tarde, pero como es costumbre en los rituales más oscuros, el inicio se pospuso, aumentando la expectativa entre los fieles congregados. Haaztur, heraldos del black metal capitalino, fueron los primeros en tomar el altar. Con cada acorde, invocaron sombras que danzaban entre los vivos, sus melodías eran un presagio de que los muertos se levantarían de sus tumbas.
El calor de las llamas crecía, y con él, Ereshkigal, la leyenda del black metal mexicano, tomó el mando. comandados desde la batería por Marganor Bestial Invocator, no solo hicieron temblar los cimientos del recinto sino que elevaron la temperatura a niveles infernales. Su música, un tributo a más de tres décadas de reinado en la escena, fue la entrada misma al infierno, un preludio al frío abismo de la muerte.
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Fotografías: Yussel Barrera
El Gato Calavera, aunque cómodo refugio para los amantes del metal, pide a gritos aire acondicionado o al menos una buena ventilación, pues por momentos se convierte en una caldera humana.
Tras la tempestad de Ereshkigal, el escenario quedó listo para los actos internacionales: Espectrum de Colombia y Negativo Fidei de Costa Rica. Sin embargo, el destino quiso que la espera se extendiera por alrededor de una hora, pues ambas bandas se encontraban en ruta luego de que la noche previa participaron en el Acapulco Black Metal Fest.
Cuando Espectrum finalmente emergió, el cansancio de la carretera se desvaneció bajo el maquillaje de guerra. Su actuación fue una transformación, un renacimiento vigoroso que arrancó ovaciones y cabezas agitándose al ritmo de la furia sonora que inundaba el lugar. Los asistentes, pocos pero entusiastas, no dejaron de agitar la cabeza y levantar las manos al aire en señal de la brutalidad melódica que inundaba el recinto. Una actuación simplemente gloriosa la de los colombianos.
Y entonces, como un eclipse que oscurece el cielo, Negativo Fidei se adueñó del escenario. Promocionando “Manifestaciones”, su más reciente ofrenda al metal extremo, los costarricenses no dudaron en desatar un culto a la muerte. El público, en un trance colectivo, se entregó a la ceremonia, convirtiendo el recinto en un caldero donde se cocinó una noche de pura devoción al género.
Así, el de la noche del domingo no fue solo un concierto, fue una invocación, un ritual donde cada nota era un mantra y cada grito, una plegaria. Una noche donde la muerte fue celebrada, y el black metal, su más ferviente sacerdote.