El metal, como cualquier forma de expresión viva, no se queda quieto. Las bandas que alguna vez hicieron temblar los cimientos de auditorios y hogares con sus primeras grabaciones no siempre mantienen el mismo rumbo. Hay quienes ven en esos cambios una traición a los orígenes, mientras otros los leen como una búsqueda de nuevos horizontes. Lo cierto es que el paso del tiempo y las decisiones creativas han llevado a varios nombres esenciales del género a abandonar la intensidad cruda que los definió en sus inicios.
Este artículo no busca juzgar, sino rastrear cómo cinco grupos que alguna vez encarnaron la ferocidad del metal han girado hacia terrenos más suaves o distintos.
Piensa en los 80 y 90: décadas donde el metal se construyó con velocidad, caos y un desprecio visceral por las normas. Las bandas que entonces dominaban no solo tocaban música, sino que parecían descargar un manifiesto sonoro. Pero las alineaciones cambian, los gustos evolucionan y las prioridades se reacomodan. Lo que sigue es un análisis de cinco casos concretos donde ese fuego inicial se transformó en algo diferente, un recorrido por trayectorias que muestran cómo el metal puede mutar sin pedir permiso.
Metallica
Cuando Metallica irrumpió con Kill ‘Em All en 1983, el thrash metal encontró una de sus voces más definitorias. Los riffs cortantes y la batería como un martillo neumático marcaban un contraste radical con el rock de estadio de la época. Master of Puppets en 1986 llevó esa fórmula a otro nivel, con composiciones que equilibraban furia y precisión. Pero el giro llegó con The Black Album de 1991: las canciones se acortaron, los tempos se relajaron y las melodías ganaron terreno. Para cuando Load y Reload aparecieron en 1996 y 1997, el thrash era un eco lejano, reemplazado por un hard rock con tintes de blues. La elección responde a cómo una banda que moldeó un subgénero decidió explorar fuera de sus fronteras, priorizando accesibilidad sobre la agresividad que los lanzó.
Sepultura
Hablar de Sepultura es remontarse al Brasil de finales de los 80, donde Beneath the Remains de 1989 mostró al mundo que el thrash podía rugir desde el sur. Arise en 1991 consolidó esa reputación con una mezcla de velocidad y peso que pocos podían igualar. Todo cambió en 1996 con la salida de Max Cavalera: el vocalista y fundador dejó un vacío que la banda llenó con groove metal y experimentos menos extremos. Discos como Against de 1998 o Nation de 2001 reflejan un sonido que, sin ser malo, carece del filo cortante de antes. La selección aquí se basa en esa fractura: la Sepultura actual sigue activa, pero su camino diverge del caos primitivo que los hizo leyenda.
In Flames
En los 90, Suecia parió una escena que mezclaba death metal con melodía, y In Flames estaba al frente. The Jester Race de 1996 y Whoracle de 1997 eran discos que combinaban growls, riffs afilados y armonías sin sacrificar potencia. El cambio empezó con Reroute to Remain en 2002: las voces limpias se multiplicaron y las estructuras se simplificaron. Para cuando llegó Battles en 2016, el metalcore y lo alternativo dominaban, dejando atrás las raíces más duras. In Flames entra en esta lista porque su evolución no solo suavizó el sonido, sino que lo alineó con tendencias más comerciales, un giro que divide a sus seguidores hasta hoy.
Korn
El nu metal no existiría como lo conocemos sin Korn. Su debut de 1994 y Life Is Peachy de 1996 trajeron un enfoque fresco: guitarras bajas, letras viscerales y una atmósfera que rozaba lo perturbador. Sin embargo, discos como Untitled de 2007 o The Path of Totality de 2011 muestran otra cara: baterías electrónicas y texturas que miran más a la producción que a la rabia. La banda aún tiene peso en vivo, pero en estudio el enfoque ha virado hacia la experimentación sobre la intensidad directa. Korn está aquí porque su transformación diluyó esa carga emocional cruda que los hizo únicos en los 90.
Slipknot
El impacto de Slipknot en 1999 fue sísmico. Su disco homónimo y Iowa de 2001 eran un torbellino de percusiones, gritos y caos organizado, un metal extremo que no pedía disculpas. Con el tiempo, esa energía se moldeó de otra forma: All Hope Is Gone de 2008 y We Are Not Your Kind de 2019 traen más melodía y menos descontrol. La producción se pulió, las canciones ganaron estructura y la brutalidad pasó a ser un ingrediente más, no el núcleo. Slipknot cierra esta lista porque, aunque sigue siendo una fuerza en vivo, su sonido grabado ha dejado atrás el desorden salvaje que los definió.
Estas cinco bandas no han desaparecido ni perdido relevancia; simplemente han reescrito sus reglas. Algunos lo llaman madurez, otros lo ven como un paso atrás. Lo que no cambia es el contraste entre lo que fueron y lo que son, una prueba de que en el metal, como en todo, el tiempo no pasa en vano.